Antón tiene cinco años y los enseña con la mano extendida, sus dedos pequeñitos no cuadran con la transformación que está viviendo su cara, con un desgarro de piel de látex que, por asquerosa que parezca, a él le hace mucha gracia. Vestirse de zombie es ya una tradición familiar a la que no han faltado ni él ni sus padres en los últimos tres años. "Es algo que nos divierte y que podemos hacer los tres juntos", dice su madre, Sonia. Ellos son fijos en las sesiones de maquillaje que cierran las actividades del Festival de Cinema Fantástico de A Coruña y que, ayer, se despidió después de una semana de proyecciones, talleres y sustos.

A la vez que Antón se convertía en un astronauta zombi, por el Obelisco, frente a las carpas del festival, pasaban centenares de vecinos terroríficos, pequeñas arañas que, fuera del periodo de Samaín, llevan el uniforme de las Esclavas, un Frankenstein gigante, un penitente con su cruz y mirada triste, catrinas mexicanas, llenas de contrastes, honrando a la muerte con el color amarillo como bandera y muchos fantasmas en fila, como la Santa Compaña.

La fiesta se trasladó ayer por la tarde desde la plaza de Lugo a María Pita, donde los más pequeños disfrutaron de juegos y música y en la que muchos entraron, ya por inercia, al grito de "Truco o trato".

A pesar de que las actividades municipales se desarrollaron en el centro, los barrios no quisieron quedarse fuera de esta celebración de la vida en la que las protagonistas son la muerte y lo desconocido. Así que, Os Rosales, la calle Orzán, el centro cívico de Pescadores y Novo Mesoiro sacaron también sus calabazas, sus castaña y sus gorros de bruja de casa para echar unos bailes, cocinar o, simplemente, asustar y dejarse sorprender por sus compañeros.

Un mariscador con antecedentes de pez y convertido en muerto viviente fue ayer el protagonista de la zombi walk, un personaje creado por Lucía Solana y Pablo Perona, de la empresa May Effects, de Barcelona. Son los ganadores de un Goya al Maquillaje por la película de Isabel Coixet, Nadie quiere la noche. Defienden que "ningún trabajo es menor", así que, el hecho de crear un personaje desde cero, ensombreciéndole los dedos y dándole volumen a su cara es, para ambos, una aventura más.

Dice Lucía Solana que su equipaje es una mezcla de pinturas y maquillaje y una maleta de Bellas Artes, en la que es ya la etapa final de la creación de un personaje. Antes de darle vida se han pasado horas diseñando y dando forma a prótesis de espuma de látex para que se acoplen perfectamente a la piel de su modelo. "Llevamos pinceles, aerógrafos, adhesivos, polvos, un compresor de aire", comenta Solana. Convertir a Juanillo en el mariscador zombi les llevó ayer unas tres horas y media, en el proceso, tuvieron que cambiar la cara, pero también los dientes y las manos para darle un aspecto anfibio que se confunda con los mejillones de su cubo. "Esto es un regalo", sentencia Pablo Perona, que cree, además que darle vida a un personaje en la calle, dejando que los paseantes puedan ver cómo trabajan e, incluso, preguntarles cómo va el proceso, acerca su profesión a los que no la conocen y a los que piensan que las caracterizaciones son solo cosa de monstruos y zombies.

May Effects trabaja este mes en la próxima película del director Mateo Gil, es una comedia romántica que supone la cinta número cien en la hoja de trabajos de Pablo Perona.