Un acusado fue condenado por llamar una media de cinco veces al día a diferentes horas, incluso de madrugada, durante dos años a una mujer, a la que le decía que conocía todas sus rutinas de trabajo, su vestimenta y dónde vivía. El procesado reconoció ante la magistrada del Juzgado de lo Penal número 5 de A Coruña que, además de las llamadas, le enviaba decenas de mensajes y le dejaba recados en el buzón de voz. En ellos, le pedía que quedase con él, le manifestaba que tenía "especial interés" en conocerla y le dirigía piropos.

El imputado se declaró culpable de un delito de coacciones y aceptó ser condenado a seis meses de cárcel que no cumplirá con la condición de que no delinca en los próximos dos años. Su defensa llegó a un acuerdo con la Fiscalía sobre la pena, por lo que la vista oral no se celebró y la juez dictó sentencia oral en la sala. Así, el sospechoso aceptó ser penado, además de a medio año de prisión, a la prohibición de acercarse a menos de 100 metros de la víctima, de su domicilio o lugar de trabajo, así como de comunicarse con ella por cualquier medio telefónico, telemático o postal, durante cinco años. Contra el fallo no cabe recurso porque fue dictado bajo la conformidad de todas las partes implicadas en el proceso.

El acoso, según admitió el propio encausado, comenzó en 2009 y se prolongó hasta 2010. Durante ese tiempo, el imputado llamaba insistentemente desde dos números de teléfono móvil de su titularidad. La afectada le manifestó "de manera tajante", según indica el fiscal, "su deseo de no quedar con él" y le exigió reiteradamente que dejara de molestarla. El acusado hizo caso omiso y continuó coaccionándola hasta que el 1 de abril de 2010 la siguió en su coche y entró tras ella en el garaje de su domicilio. Sin llegar a abandonar el automóvil, le preguntó por qué no atendía sus llamadas.

El incidente le provocó a la víctima un "estado de nerviosismo y afectación emocional tal que precisó medicación para la ansiedad" y, además, decidió abandonar su vivienda y solicitar una excedencia laboral, por lo que cambió de ciudad. Tras denunciar los hechos, y cuando el procedimiento judicial estaba en marcha, el 8 de mayo de 2013, volvió a llamarla desde un teléfono fijo cuyo titular era su padre. El condenado deberá indemnizar a la perjudicada con 6.000 euros por el daño moral que le causó.