El Ágora inició ayer un Obradoiro Aberto sobre la puesta en marcha del Laboratorio Cidadán proyectado por el Gobierno local. Entre los expertos que intervendrán está Nagore de los Ríos, consultora sobre Comunicación, Gobierno y Datos Abiertos que también colabora con el Banco Mundial. Fue parte activa de la fundación de la primera plataforma de Gobierno Abierto de habla hispana, la del Ejecutivo autonómico vasco, presentada ya en 2010.

-¿En qué consiste el Gobierno Abierto?

-Es una forma de gestionar la Administración basada en la transparencia, la participación y la colaboración. Pero por ese orden, porque si no hay transparencia no se puede participar con garantías y si no participan los ciudadanos jamás podrán colaborar. Tiene dos herramientas básicas, los datos abiertos y la comunicación. Las administraciones se empeñan en hacer políticas participativas, portales de transparencia y webs, pero por sí solas no valen para nada, ya que la clave está en acercar eso a los ciudadanos que necesitan conocer las políticas públicas. Hay un pequeño grupo de personas que participan en todo, pero lo que necesitamos es gente que participe en lo que es experta o sobre lo que le interesa porque está involucrada.

-¿Es difícil conseguir que la ciudadanía se anime a participar en estos procesos?

-Sí, porque la participación se ofrece dando café para todos, pero a la hora de involucrarse en una causa al ciudadano le tiene que tocar la fibra, y eso se consigue cuando tiene acceso a la participación porque no hay barreras como el tiempo o la distancia, así como cuando hay credibilidad en la política pública. La gente piensa: ¿para qué voy a votar si no van a formar gobierno? ¿para qué voy a opinar si luego no van a hacer lo que se haya decidido?. La credibilidad es lo que más pesa en este campo y hay que ganársela antes de abrir un proceso participativo.

-Pero todavía hay resistencia de los ciudadanos a participar.

-Es más que merecida porque los políticos se la han ganado a pulso, aunque hay muchos ciudadanos vírgenes en este aspecto y que están deseosos de participar. Los políticos no saben conectar con los ciudadanos en estos aspectos por que falta definir con ellos una estrategia de comunicación. Lanzar mensajes para todo el público por igual como se hace en los medios de comunicación es absurdo para una administración porque la participación no se puede fomentar así, sino que hay que localizar a las personas que precisan participar y la forma en que quieren hacerlo.

-¿Hay que personalizar entonces el mensaje?

-Eso es. Primero hay que hipersegmentar a la población, lo que la Administración no hace porque no usa los datos que tiene para conocer las necesidades reales de los usuarios, ya que piensa que se las van a decir por sí mismos.

-¿Cómo puede un político saber cuáles son los intereses tan diversos de los ciudadanos?

-Para hacer una hipersegmentación de la sociedad hay cuatro tipos de datos. Los primeros son los abiertos, los sociodemográficos que tienen los ayuntamientos. También los hay socioeconómicos y culturales que se pueden mezclar para contextualizarlos con otros globales que proceden de otras administraciones. También están los de las redes sociales, que se pueden extrapolar porque indican tendencias, aunque hay que cogerlos con pinzas porque la información sobre políticas públicas está muy politizada. Otra fuente es el internet de las cosas, que proporciona datos sobre usos y que se usan mucho en las ciudades inteligentes. A partir de ahí hay que analizar y sacar una serie de métricas y variaciones. El último paso es casar esos datos con los mensajes que se van a trasladar. ¿Por qué Amazon nos sugiere siempre el libro que más nos interesa? Porque conoce nuestros gustos y así es como se debería comportar la Administración y con muchísimo más sentido, porque está para facilitar la vida a los ciudadanos y no para venderles nada.

-Pero esto supone un esfuerzo de los políticos. ¿Están dispuestos a hacerlo?

-La gran mayoría de los políticos solo entienden la transparencia como marketing para ponerse medallas porque está de moda. La Ley de Transparencia lo que hace es poner muchas más trabas para que la haya porque exige muchos más requisitos que antes, aunque es un paso adelante. Los índices de transparencia tampoco son fiables porque lo único que dicen es que se cumplen una serie de criterios, pero con eso el político ya se pone una medalla y se lava las manos. A mí no interesan tanto los datos como el origen de las decisiones: ¿por qué alguien gestiona como gestiona? Eso es el Gobierno Abierto. Por mucho que se descarguen en una web los presupuestos de una administración, si un ciudadano entra ahí no los va a entender, por lo que hay que trabajar mucho la traducción de las políticas públicas y la gestión para que la transparencia sea de verdad.

-¿También hay que creer de verdad en la participación?

-Primero no se sabe cómo hacer y además haya distintas fases y modos de participación. Hay administraciones que solo aplican unas fórmulas para todos los casos, porque un referéndum puede ser estupendo, pero depende para qué. El fracaso de la consulta de la avenida Diagonal en Barcelona se debió a que se hizo mal.