Simón García comenzó su andadura musical con dos pasatiempos difíciles de encontrar en una misma persona: la interpretación de clásicos como Bach y la participación en un grupo de punk, en el que se encargaba de tocar el bajo eléctrico. Este sábado, el talento de este contrabajista y compositor mugardés, miembro de la Banda Municipal de A Coruña, ha acabado por cruzar el Atlántico, obteniendo la victoria en el 5º Concurso Anual Internacional de Composición de la Veridian Symphony Orchestra de Yuba, California, con su obra The Night Before Christmas.

-¿Qué quería transmitir con esta pieza?

-The Night Before Christmas es una obra que ya tenía escrita, y que adapté a las bases del concurso: música relacionada con la Navidad. Lo que quería transmitir era el calor del hogar en una noche en la que la familia se junta para cenar tranquilamente , mientras fuera nieva y los niños están deseando irse a la cama para recibir sus regalos a la mañana siguiente. Un ambiente de ternura, la emoción de una noche así a través de una mirada infantil.

-¿Para qué escribió la obra original?

-La escribí precisamente para un concierto de Navidad de un solista inglés, David Heyes. Él quería música original para contrabajo y piano, y le costaba un poco encontrar repertorio, porque no hay demasiado. Como tenemos muy buena relación, le dije: "No te preocupes, yo te escribo algo" [se ríe]. Nada más hablar con él, me senté en el piano y salió sola.

-¿Empleó su experiencia personal para componer la pieza?

-Sí. Tiré un poco de los recuerdos y sensaciones que tuve cuando era pequeño y encontraba los regalos. Por ejemplo, el día en el que me dieron un barco pirata y lo estuve montando con ayuda de mi padre, o el chasquido del fuego en la casa de mi abuela. Podría haber pensando en los cuñados discutiendo [se ríe], pero preferí quedarme con la visión de un niño.

-¿Y cómo pueden contarse esa clase de historias sin palabras?

-Es complicado. Si quiero transmitir una pieza dulce, necesito que no sea ni muy rápida ni muy lenta, para que afloren las emociones. Por otra parte, y desde el punto de vista melódico, tiene que expresar felicidad. Y luego está el primer compás, en el que siempre busco sorprender al espectador. En esta ocasión, pensé en el fantasma de la Navidad de Dickens, cuando atraviesa la ventana y se cuela dentro del hogar. Quería dar esa sensación de vértigo, de "entramos en la casa y comenzamos la historia".

-Parece casi mágico, tener esa capacidad.

-Sí, soy una persona con suerte. Sin embargo, también es verdad que nunca doy nada por sentado. Cuando recibo un encargo, mi primera reacción siempre es pensar "vaya marrón, a ver como salgo de esta" [se ríe]. Pero intento hacerlo lo mejor posible, y hasta ahora he salido airoso. Lo importante es que uno escriba en su propio lenguaje.

-¿No ayuda tener un recorrido tan largo como el suyo?

-Para nada. Una vez que he terminado de escribir algo, intento desvincularme lo máximo posible. Si me dices ahora que toque algo mío de memoria, no podría. Me involucro mucho en el momento de crear la obra, pero después no quiero que me condicione, para no ser una copia de mí mismo y para no dejarme influenciar por los halagos. Quiero vivir con los pies en la tierra, porque estas cosas como vienen se van.

-Entonces, ¿cuánto diría que hay de talento y cuánto de técnica en su trabajo?

-Beethoven decía que es el 10% de talento y el 90% de esfuerzo. Yo creo que hay que tener un 100% de técnica, un 100% de inspiración y mucha suerte. Una vez está hecho, es una labor muy agradecida. Sin embargo, componer también te aísla. El compositor es una persona solitaria a la hora de escribir, porque necesita encontrarse a sí mismo.