Cuando en abril de 2010 se produjo una gran deflagración en las instalaciones de Repsol en la que resultaron heridos de extrema gravedad dos trabajadores, uno de los cuales murió días después, los vecinos de Nostián pudieron ver las enormes llamaradas a una corta distancia de sus casas. El miedo que pasaron aquel día pese a los mensajes tranquilizadores emitidos por la refinería les llevó a poner de manifiesto una vez más que carecían de una vía de escape de la aldea en caso de que fuera necesario evacuarla. El único acceso al núcleo pasa junto al complejo industrial, por lo que si se produce un accidente no es posible utilizarlo y los vecinos temían quedarse atrapados entre el monte y la refinería. Eso hizo que finalmente les construyeran un camino que les comunica con el otro lado del monte y que les aporta algo de tranquilidad desde entonces.