Un osito de peluche rosa y castigado por la vida amaneció ayer en el capó de un coche aparcado en Pastor Díaz. Seguramente estuviese en una ventana y el viento quiso que se cayese a la calle o quizá alguien se lo olvidó cuando iba de paseo. Allí, solo y despatarrado, consiguió colarse en las conversaciones de los vecinos.