La adquisición del hotel Riazor por parte del grupo Ferreirohotel Riazor grupo Ferreiro, propietario también de los hoteles Compostela y Gelmírez en Santiago, ha tenido un efecto devastador para la plantilla del establecimiento coruñés, ya que el día que se hizo efectiva la operación fueron despedidos los 9 empleados del departamento de cocina y cafetería, lo que supone más de un tercio de la plantilla, formada por 24 personas.

Desde ese momento el servicio se presta de modo externalizado, mientras que el resto de los trabajadores se encuentran inquietos acerca de su futuro, según el sindicato CIG, ya que desconocen los planes del nuevo propietario, que tan solo les ha comunicado que mantendrá la reforma que estaba proyectada, aunque aplazándola hasta el próximo año y con el objetivo de subir su categoría desde las tres estrellas actuales a las cuatro estrellas superior.

Los despedidos, algunos de ellos con edades superiores a los 50 años y en un caso con 30 de antigüedad en el hotel, han denunciado a la empresa ante los juzgados de lo Social, ya que se les compensó con 20 días por año trabajado al entender que se trata de un despido objetivo y reclamarán que se considere un nulo improcedente, al tiempo que no descartan realizar movilizaciones.

Fuentes sindicales consideran extraña la actitud de los nuevos propietarios, ya que las edades de los empleados de restauración y el hecho de que dos de ellos fuesen tuviesen contratos fijos discontinuos hacían factible la obtención de un acuerdo para su salida de la empresa sin que fuera de forma traumática. A esto se suma que la plantilla del hotel es reducida, puesto que si en el pasado llegó a tener hasta 50 empleados, en la actualidad ni siquiera llegaban a la mitad de esa cifra.

Otra de las consecuencias que ha tenido la llegada de la familia Ferreiro ha sido la denuncia del convenio colectivo que mantenían los trabajadores con los anteriores dueños, ya que se pretende regir las relaciones laborales por el acuerdo provincial del sector, en el que los salarios son inferiores a los que tienen hasta el momento los trabajadores.

El hotel Riazor, que inició su actividad en 1964, fue propiedad hasta ahora de las familias Graña, Álvarez y Mazoy, que habían rechazado en el pasado ofertas de cadenas nacionales para hacerse con este hotel, al que beneficia su estratégica ubicación frente a la playa que le da nombre. Los descendientes de los fundadores proyectaban efectuar una importante reforma del edificio para adaptarlo a las exigencias del sector en la actualidad, para lo que pactaron con los trabajadores una regulación de empleo que les llevaría al paro durante los cuatro meses que durarían las obras, cuyo comienzo estaba previsto para el pasado 12 de diciembre.

Pero ese mismo día la plantilla fue informada de que la remodelación se aplazaría, ya que la familia Ferreiro, dedicada a la construcción pero también propietaria de dos hoteles en Santiago y apartamentos turísticos en Madrid, se había hecho con la totalidad de las acciones de Hotel Riazor S. L., cuya razón social permanecerá activa. Los antiguos propietarios, quienes decidieron vender ante el rechazo de algunos de ellos a continuar con la empresa, aseguraron a los empleados que conservarían sus empleos porque se lo habían solicitado al comprador, aunque el 1 de enero, momento en que se produjo el cambio en la gestión, se procedió al despido de 9 personas.

Con la externalización de la cafetería y la cocina, el hotel Riazor tan solo sirve ahora desayunos a sus clientes, mientras que las comidas y las cenas se contratan de forma externa cuando son solicitadas. Los trabajadores despedidos expresaron su sorpresa por la decisión de los nuevos propietarios, ya que consideran que la cafetería tenía carga de trabajo y que el hotel perderá así un servicio esencial. El modelo de gestión de los hoteles de Ferreiro en Santiago es completamente diferente al del Riazor, ya que en la capital gallega se trabaja con paquetes turísticos cerrados con mucha antelación, mientras que en el establecimiento coruñés las reservas se realizan con muy poca anticipación.

Los despidos han sido acogidos también con estupefacción por la plantilla, ya que aunque la crisis económica produjo una caída en la cifra de negocio años atrás, 2016 se cerró con un aumento notable en la facturación, lo que animó a los ya antiguos accionistas a poner en marcha la reforma del hotel.