"Es un acto de amor de la ciudad hacia su orquesta", decía ayer el violinista Florian Vlashi al ver descubierta la placa que anunciaba que la calle Cabo Santiago Gómez había cambiado su nombre y que, desde ese momento en adelante, se llamaría Orquesta Sinfónica de Galicia. Es un amor que ha crecido con el tiempo y que ambas partes han ido cuidando, pero no solo encima del escenario, sino también debajo, en esos estratos que no siempre se ven, los que van formando una cantera de músicos, sábado a sábado, ensayo tras ensayo, en las salas pequeñas del Palacio de la Ópera.

Este cambio en el callejero, según explicó ayer la concejal de Medio Ambiente, María García, es el último de la primera fase de la aplicación de la ley de memoria histórica en la ciudad, que ya ha renombrado una veintena de calles y que ha sustituido los retratos de dos alcaldes golpistas por dos socialistas, Francisco Vázquez y Javier Losada.

"No podemos permitir que las instituciones sigan rindiendo honores a aquellas personas que los adquirieron a través del miedo, la represión y el dolor", explicó García. Y así, con la Marcha triunfal, de la ópera Marcha triunfal, Aida, tocada en la calle, empezó el acto en el que el director honorífico de la formación, Víctor Pablo Pérez, improvisó un pequeño discurso y recordó que entrar en el nomenclátor de la ciudad es la muestra irrevocable de que la orquesta ha "conquistado el corazón de los gallegos y de los coruñeses". Habló también el secretario xeral de Cultura, Anxo Lorenzo, que recalcó que la Sinfónica es "pasado, presente y futuro de la historia cultural de la ciudad y del país" y también María García, que aseguró que esta placa debe servir también de recordatorio del "compromiso ineludible" que todas las instituciones tienen con la formación.

Para el actual director de la Sinfónica, Dima Slobodeniouk, el agradecimiento a la ciudad que se ha convertido en su casa fue más sentido. "En este mundo tan loco en el que los valores culturales y espirituales se están convirtiendo en motivo para guerras en lugar de ser un derecho básico universal, el hecho de tener a nuestra ciudad apoyándonos en el trabajo y celebrando nuestros logros es un privilegio", comentó.

Ellos cogieron el micrófono, pero en la acera, viendo cómo se descubría la cortina roja que desvelaba que habían derrocado a Cabo Santiago Gómez -aquel hombre que, en los primeros momentos de la sublevación militar, colocó un cañón en O Parrote para dinamitar el Gobierno Civil y que murió por un fallo de ese mismo cañón- estaban algunos de los músicos de la Sinfónica, entre ellos, el percusionista José Trigueros y el violinista Florian Vlashi y también miembros de la Corporación Municipal como el concejal de Culturas, José Manuel Sande; la portavoz del BNG, Avia Veira, y los socialistas José García y José Manuel Dapena.

El concertino Massimo Spadano, que lleva en la orquesta más de veinte años, casi los 25 que tiene de vida la formación, bromeaba ayer con su amigo Juan Ferrer, -clarinete principal- con que a partir de ahora nadie podría ponerles multas de aparcamiento. "Es nuestra calle", se decían divertidos.

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"Esta orquesta fue un lugar de paso para mucha gente, pero otra mucha se quedó porque estaba viendo el crecimiento exponencial de calidad de la formación y que no merecía la pena buscar trabajo en otro sitio más incómodo, sin este nivel de vida y para tocar en una orquesta que no suena tan bien como esta. Tocamos por todo el mundo, pero siempre volvemos", resumía ayer Spadano. Para Ferrer, las escuelas de la formación son "un orgullo" por el "trabajo que ha hecho la orquesta desde la raíz", desde la base. "Tener un escaparate y un referente como la Sinfónica, a la que puedes escuchar todos los meses, hace que tengan el nivel que tienen, que es muy bueno", comenta.

No pueden señalar ningún año concreto en el que se produjesen saltos de calidad, "es un crecimiento continuo", relata Spadano y recuerda que los directores que se suben al escenario con ellos dicen que, "esté quien esté", la orquesta tiene siempre "un nivel muy alto".

Para el gerente de la Sinfónica, Andrés Lacasa, tener una calle tan cerquita del Palacio de la Ópera es un reconocimiento y un recordatorio de que deben seguir "en el mismo camino", "mejorando cada día" para seguir otros 25 años.

María García -el alcalde, Xulio Ferreiro, estaba ayer en Madrid- se acordó ayer en su discurso de los que ya no están y, aunque sin nombrarlo, muchos de los asistentes rememoraron al recientemente fallecido David Ethéve, el músico que no apagaba nunca la luz en el autobús, que leía mientras los demás dormían.