"Es una profesión muy poco conocida y a veces poco valorada por los vecinos y los ciudadanos", afirma Javier Ronda sobre los administradores de fincas tras haber escrito con su mujer, Marián Campra, el libro Vecino de guardiaVecino de guardi, en el que recopila más de doscientas anécdotas sobre la labor de estos profesionales. La obra, que será presentada hoy en A Coruña en el transcurso de una jornada de trabajo del Colegio de Administradores de Fincas de Galicia, parte de la experiencia de Ronda con otras dos del mismo estilo -Tricornio de guardia, sobre anécdotas de la Guardia Civil, y Juzgado de guardia, sobre las judiciales-, para las que aprovechó su experiencia como periodista en Canal Sur Radio.

Fueron los propios administradores quienes le propusieron recopilar en un libro algunos de los casos más curiosos ocurridos en su labor cotidiana y para ello decidió recurrir a la treintena de colegios que agrupan a los 16.000 profesionales existentes en España, quienes les remitieron toda clase de situaciones curiosas a través del correo electrónico. Entre las proporcionadas desde Galicia figura la de un vecino de Vigo que fue condenado a dos años de cárcel porque se quedó con 3.800 euros de la comunidad y se compró una mesa para el salón de su casa.

También en Galicia se sitúa el caso de la junta de propietarios en la que la discusión sobre un asunto se prolongó hasta la madrugada, momento en que uno de los asistentes propuso votar "a mano armada" en lugar de a mano alzada, aunque Javier Ronda que considera que la expresión utilizada "tenía consonancia, porque a lo mejor así se iban a su casa".

Durante un año Ronda y su esposa, también periodista, recabaron las anécdotas, lo que supuso un trabajo concienzudo porque su objetivo era que fueran veraces. "El propósito no era recogerlas de internet para que fueran chascarrillos o chistes, sino hechos contrastados aunque parezcan inverosímiles", explica el autor, quien asegura: "Todo es cierto y tiene autenticidad aunque parezca estrambótico".

El objetivo que se fijaron ambos periodistas era que el lector "se lo pase bien y tener una especie de manual de supervivencia del vecino", aunque durante su recopilación pudieron comprobar que los administradores de fincas "tienen que soportar de todo y que trabajan bastante". Para dar una muestra de las situaciones por las que pasan, recuerda la del administrador que intentó cobrar las cuotas a una vecina y esta "se le insinuó para que se cobrase en carne", o la del profesional que fue arrojado a la piscina de la comunidad en una reunión en la que los propietarios "estaban todos pasados de copas", lo que hace preguntarse a Ronda "qué le contaría luego a su mujer al llegar a casa, ya que tenía poca coartada".

"Es un profesional al que le llaman absolutamente para todo", destaca el autor, que menciona en la obra al administrador que fue requerido para identificar a un fallecido en el edificio porque nadie quería hacerse cargo o el de Málaga al que llamó una vecina "porque no tenía quien le subiera la bombona al cuarto piso de un edificio sin ascensor y al final el hombre le dio servicio a través de otro vecino que la ayudó". Todo esto lleva a Ronda a considerar que se trata de una profesión "muy sacrificada y con mucha dedicación".

Durante la elaboración del libro ambos autores han verificado que los problemas de convivencia son los mismos en cualquier parte de España, pero que las diferencias se aprecian entre las comunidades grandes "donde la gente no se conoce" y las pequeñas, así como entre las grandes ciudades y las de menor tamaño.