Hace unas semanas, la Sinfónica de Galicia interpretó una obra de Antón Webern que algunos aficionados consideraron desasosegante, de ingrata escucha y de excesiva modernidad. Lo sorprendente es que el compositor austríaco escribió sus Cinco piezas para orquesta, opus 5, hace más de cien años. Me ha venido este hecho a la memoria al contemplar los interesantes trabajos que presentó el artista coruñés, Javier Sanz, en la Galería Arte Imagen, que causan también desasosiego; en muchos casos, no son de grata contemplación; y cuya modernidad resulta evidente. Sin embargo, las influencias de Marcel Duchamp (las jaulas con extrañas figuras cautivas, la repetición de personas para dar idea de movimiento, los blancos cráneos de machos cabríos con fuerte cornamenta), nos retrotraen a los años diez y veinte del pasado siglo. Cien años, también en este caso; pero la influencia del genio francés ha llegado al pop-art, a muchas otras tendencias en las postrimerías del pasado siglo e incluso hasta nuestros días. Como es el caso de Anton Webern. Y, salvando las distancias temporales, el de Javier Sanz.

Otras formas de belleza

El conde de Lautréamont, muerto en pleno siglo XIX, tiene una genial premonición del arte del siglo XX y hasta del arte contemporáneo cuando pronuncia una frase que se ha hecho célebre: "Bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección". Contiene la frase tres elementos de singular modernidad: el hallar belleza en objetos ordinarios, de la vida cotidiana; el alcanzar un valor estético mediante el encuentro de esos objetos que no tienen relación alguna entre ellos; y que tal encuentro se produzca de manera azarosa, aleatoria. Estos tres elementos son otras tantas condiciones para que se produzca la belleza derivada del impacto que ocasiona en el ánimo -del creador, primero; del espectador, después- la contemplación de tales acoplamientos insólitos, inesperados. Raymond Roussel, escritor y músico, ajedrecista como Duchamp, afirmaba que a éste le atraía "la locura de lo inesperado". Parece evidente que la técnica del collage es heredera de estos planteamientos, ya que se trata en definitiva de la unión de elementos diversos que integran un todo diferente de cada uno de los que lo constituyen. El collage tuvo gran aplicación en la pintura; pero se utilizó en otras muchas disciplinas artísticas, como la escultura, la fotografía, la música, el cine, la literatura?

En ciertos casos, cuando las uniones insólitas se interpenetran, pueden dar origen a la creación de un nuevo objeto, de una forma simbiótica, tal como sucede en la naturaleza, por ejemplo, con la simbiosis de un alga y un hongo que dan lugar a un nuevo ser: el liquen. El liquen posee caracteres de ambos elementos. Javier Sanz presenta en la exposición una fotografía de una pieza de ajedrez -el rey- sobre un tablero de juego y titula El rey cuántico, que es de color blanco y negro a la vez. El autor define: "Es a la vez ambos y ninguno. Simboliza el triunfo de la indeterminación, de la incertidumbre".

El objeto encontrado. El azar

En definitiva, es la visión del artista la que hace que la inesperada, inmediata e íntima relación entre objetos diferentes tenga la consideración de un hecho artístico, que el creador entiende como algo suyo, aun cuando haya sido el azar el que ha producido el encuentro, el singular acoplamiento. Javier Sanz que, además de fotógrafo, pintor y escultor, es sobre todo un poeta, ha escrito muchos aforismos que tienen como maravilloso antecedente las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. También en la literatura se producen esos encuentros inesperados de palabras, significados y conceptos. Son las metáforas. Javier ha escrito muchas de ellas sobre el azar. He aquí un par de ejemplos: "Vivimos en la oscuridad del azar imaginando horizontes"; y "El azar nos recordará siempre que vivimos en un mundo radical". Asimismo, se ha referido a la metáfora definiéndola como "el aire que está dentro del espejo". También inquieta a Sanz la soledad que asocia bella, pero duramente, con el dolor: "Si el dolor fuera un paisaje, la soledad sería el horizonte"; y "La soledad le escribe cartas al olvido".

El creador multidisciplinar

Si algo maravilloso tiene el arte del siglo XX es que ha permitido una enorme libertad creativa a los artistas. Y también, en esta pasada centuria, que las diversas disciplinas artísticas ya no fueron consideradas como compartimentos estancos; de manera que un creador ha podido utilizar la literatura, la poesía, las artes plásticas para realizar sus obras. En la exposición de Javier Sanz hay pintura, fotografía, escultura y reproducciones de frases literarias. Como poeta, ha escrito, entre otros muchos, estos bellos aforismos: "La gota de lluvia cae por la mejilla del cristal". Y también: "Nunca es más libre la hoja que cuando cae." Dos verdaderos hallazgos poéticos.

Es posible, asimismo, considerar como artísticos cualesquiera objetos, hasta los más cotidianos, con independencia de la finalidad para la que hubiesen sido construidos; incluso, los materiales de desecho. Decía Duchamp que cualquier cosa puede ser motivo de una articulación artística. Tal vez uno de los más maravillosos ejemplos lo tengamos en los seres fantásticos que concibió Gaudí para poblar el Parque Güell, de Barcelona -en particular, la célebre salamandra de la escalinata- que se construyeron mediante fragmentos irregulares de baldosas rotas, como si fuesen las teselas de un mosaico. En nuestra ciudad, tenemos un precioso ejemplo de verdadera actuación artística o performance: el mural de más de dos mil metros cuadrados, confeccionado por Leopoldo Novoa con diversos materiales de desecho, situado en un lateral del parque de Santa Margarita: trozos de tuberías de gres, ladrillos rotos, fragmentos de cuarzo y de pizarra, carbón? Toda una profesión de fe en el "Arte povera".

Lo insólito, lo asombroso, lo provocador

En el arte del siglo XX y lo que va del XXI, hay otros elementos muy característicos, al menos en su utilización reiterada. El artista -y es sin duda el caso de Javier Sanz- busca con sus creaciones producir en el espectador la emoción de lo inhabitual, de una realidad no cotidiana; producir asombroso y también provocar una reacción -incluso negativa, de rechazo- ante un hecho artístico diferente del que habitualmente se considera como tal.

En esta exposición, una de las cosas más bellas es lo que Javier denomina pulsiones de hierro, en que piezas cuadrangulares de acero se abren para mostrar un interior al que nunca se accede como si la pieza inerte nos mostrase su corazón. De hecho, uno de los cuadros, en color blanco, revela un íntimo fragmento rojo. Sin duda, insólito y también asombroso. Una serie de esculturas realizadas con series de puntas afiladas de igual tamaño, muestran hasta qué punto la repetición puede crear un objeto inquietante y provocador. Una de las puntas, además, lleva la reproducción de una cabeza humana y está teñida de rojo-sangre. También resulta impactante el libro abierto, en posición vertical, del que se desprenden las letras impresas, como si la ley de la gravedad pudiese regirlas a ellas también.

E incluso, la madre naturaleza

Hay cuadros que parecen inspirados directamente en la naturaleza. Como la serie de láminas en rojo y negro, que semejan bellos escorzos de troncos y ramas de árboles. Y sin duda el cuadro de los cormoranes, posados en diferentes posturas; algunos, abriendo las alas en esa extraordinaria actitud cuya utilidad todavía no han podido explicar los ornitólogos de manera satisfactoria.