En el despacho de Barcelona de Javier Cercas hay un retrato de un soldado falangista. El retrato de Manuel Mena, un tío de su madre que a los 17 años se alistaba en el ejército de Franco y que dos veranos después moría en la Batalla del Ebro, convirtiéndose durante décadas en el héroe de sus parientes. El pasado de esta familia, que el autor se había negado a afrontar hasta ahora, se narra finalmente en El monarca de las sombras, la novela que Cercas presentaba ayer en la Fundación Luis Seoane y que desvela, a través de la historia de un pueblo extremeño en plena guerra, el misterio del joven que escogió a los Tiradores de Ifni por encima de un prometedor futuro intelectual.

-Su amigo, David Trueba, le dijo que en Soldados de Salamina había inventado un héroe republicano para ocultar que el héroe de su familia era un franquista, y que con este libro afrontaría la realidad. ¿Escribirlo fue una catarsis?

-No sé si una catarsis, pero sí un modo de intentar afrontar el pasado más incómodo y violento de mi familia, que era franquista. Un pasado de errores, porque se equivocaron al apoyar un golpe de estado contra un gobierno democrático como el de la República. Hay gente que piensa que es mejor no hablar del pasado, pero se equivocan. La única forma de hacer algo útil con el futuro es tener el pasado siempre presente, sobre todo el peor pasado, porque en cuanto te olvidas de él, ya estás preparado para repetirlo.

-Era un pasado que le avergonzaba, y durante mucho tiempo se negó a escribir este libro. ¿Cuándo cambió de opinión?

-Concretarlo es muy complicado, porque yo llevo detrás de este libro toda la vida. Toda la vida tuve el interrogante de por qué este chico fue a la guerra, cuando era un niño de 17 años. Era un chico de familia humilde de pequeños propietarios, que comían pero no pasaban de comer, con ciertas inquietudes intelectuales y el primero de su familia y casi de su pueblo que iba a ir a la universidad. ¿Por qué este chaval optó en 1936 por luchar por una causa injusta? Siempre me lo pregunté, y el momento en el que decidí escribir un libro sobre ello es cuando me di cuenta de que tenía que asumir mi proprio pasado, que tú vives con tu herencia te guste o no. La materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma, así que de algún modo yo soy Manuel Mena, y mi hijo será yo.

-Parte de esa herencia son las vivencias de personas que, sin su libro, serían anónimas, como el padre de El Pelaor o Sara García. ¿Se sentía responsable, como escritor, de rescatarlas del olvido?

-Sí, ese fue otro motivo para escribirlo. En El monarca de las sombras no solo está la historia de mi tío, sino también la historia de los terribles asesinatos ocurridos en mi pueblo en la retaguardia franquista de los que nadie ha hablado. Y me alegra mucho sacarlos, creo que era algo que debía hacerse. Además, si no lo escribía ahora nunca iba a poder escribirlo, porque mi madre era fundamental, y ya está muy mayor, igual que mucha de la gente con la que tenía que hablar para desenterrar ese pasado. Así que o lo escribía ahora o me quedaba para siempre con una angustia terrible: qué había ocurrido en mi pueblo, qué había hecho Manuel Mena y qué había hecho mi familia durante la guerra

-¿Tenía miedo a lo que se podía encontrar?

-Mucho. Pero es que nadie ha dicho que el oficio de escritor sea un oficio sin riesgos. Un escritor que no corre riesgos no es un escritor, es un mecanógrafo, y yo como persona puedo ser razonablemente cobarde, pero como escritor no. Si yo llego a escribir alguna cosa terrible sobre mi familia, la habría publicado seguro. Pero el resultado no fue tan terrible como temía. Por ejemplo, a Mena no le puedo atribuir nada condenable. Políticamente se equivocó, pero moralmente, ¿qué hizo de malo? Pelear en primera línea de frente durante dos años terroríficos, jugarse la vida y perderla. No tengo ningún motivo para pensar que él moralmente era peor que yo.

-Decía que era un libro imposible sin su madre, y que con esta obra quería contarle la verdad sobre Mena, aunque temía que no le gustara. ¿Cuál fue su reacción al leer el libro?

-Reaccionó de manera inmejorable. Era una niña cuando estalló la guerra y, aunque para ella Mena era un héroe, tampoco tenía ni idea de su historia. Lo que hice fue rellenar esos huecos, y su reacción fue muy buena. Saber la verdad puede ser curativo, aunque sea desagradable.

-Era su héroe, pero no quería que usted siguiera sus pasos. Ese es otro de los descubrimientos del libro.

-Sí. Al contarme la historia, mi madre me estaba diciendo que no fuese como él, que no fuera como Aquiles, sino como Ulises, que vivió muchos años. Los hombres siempre hemos creído que las guerras solucionan problemas o sirven para que los hombres se encuentren a sí mismos, y esa mentira se lo que creen los niños, niños como Mena, que luego se encuentran con el horror. Mena no murió por la patria, ni por defender a la familia. Murió por culpa de una panda de hijos de puta que envenenaban el cerebro de los niños y los mandaban al matadero.

-Manuel Mena estaba cansado de la guerra, de ese horror, y hay un momento crucial en el que le se lo confiesa a su hermano.

-Allí es cuando lo vi a él como persona, y como un niño que descubre que se ha equivocado, justo cuando ya es demasiado tarde y va a morir. Ese chico al final era un soldado perdido en una guerra ajena, por eso es una historia tan triste, que se repite a diario.

-Empezaba citando a Trueba, y quiero acabar con él. Su amigo le dijo que con este libro cerraría el círculo y dejaría de escribir sobre el franquismo, ¿será así?

-Yo hablaré del pasado, porque hablar del pasado es mi forma de hablar del presente. Tenemos la idea de que el presente se puede entender solo, pero el pasado forma parte de él. Así que no sé si hablaré del franquismo, pero desde luego no hablaré de este presente estrecho, pobre, mínimo que la gente cree que es el hoy. El presente a secas es un presente mutilado.