Marina Leira es técnica de transporte sanitario y conduce ambulancias. Voluntaria de socorrismo y emergencias de Cruz Roja desde 1991, ha sido la responsable provincial de este servicio en Las Palmas, donde vivió una temporada. En A Coruña ha estado en dispositivos preventivos en partidos de fútbol, maratones, desfiles, conciertos y las hogueras de San Juan. Esta semana formó parte del dispositivo sanitario de 38 personas que la Cruz Roja movilizó en el estadio de Riazor.

"Llevamos una ambulancia para el campo y otra para atender en las gradas. Los puestos tienen cuatro socorristas: un jefe de servicio y tres sanitarios, que llevan desfibrilador semiautomático. Lo normal es que haya uno en cada grada y dos en el campo. En una emergencia que motiva evacuar hay que evitar que la gente se separe, indicarles bien las puertas de salida y utilizar las camillas para movilizar y llevar a enfermos hacia la enfermería del recinto o la ambulancia, y si es necesario derivarlos al hospital. En las carreras nos solemos situar en la línea de meta para atender posibles problemas", resume Leira.

Su trabajo exige rigurosa minuciosidad en la montaje y desmontaje de la unidad que se desplaza, precisión y control en la conducción del vehículo y sobre todo, ya en el terreno, "poner 40 ojos en todas partes", como tiene que hacer esta profesional en desfiles y cabalgatas, con su ambulancia en la cola o en los laterales pegada al coche de Protección Civil evitando que el público se cruce en su camino de un lado para otro y comprometa su seguridad.

La experiencia ha dejado en Marina Leira muchas huellas satisfactorias, pero también cicatrices que no se borran. "Yo lo paso muy bien haciendo lo que hago y trabajando en equipo. Llegar al hospital y dejar a la persona herida que ha llegado en buen estado y se queda en las mejores manos... Eso es muy gratificante".

Guarda en cambio algún episodio difícil de borrar (un atropello mortal en una carretera de circunvalación en Las Palmas, un aficionado del Celta que se desplomó en Riazor y al que no pudieron salvar). "Tengo la suerte de que mi cerebro borra caras y datos. Eso me protege muchísimo", confiesa.