Nuria Revuelto es la coordinadora de la segunda edición de Tribus emocionalmente inteligentes, un programa de la Fundación María José Jove dirigido a mejorar la educación emocional de menores, padres y profesores. Entre los docentes, más de 100 personas han quedado fuera de los talleres, lo que demuestra, en opinión de Revuelto, la demanda y la necesidad que hay por empaparse de este conocimiento.

- ¿En qué consiste la educación emocional?

-Las personas sentimos una serie de emociones que determinan nuestro comportamiento en determinados momentos. En función de cómo las utilicemos, tendremos mejores o peores resultados. El estrés o el miedo hay veces que hacen perder los papeles y otras que logran ser controladas adecuadamente.

-¿En qué consisten los talleres de este curso?

-La idea del proyecto es que un menor debe desarrollar su inteligencia emocional con su tribu, es decir, con sus padres, sus profesores para tener una especie de lenguaje común. Con profesores y padres trabajamos tanto el desarrollo de su propia inteligencia emocional como el acompañamiento a los menores desde pequeños. Es muy difícil transmitir algo que tú no tienes. Padres y profesores deben entender que son modelos de conducta para sus hijos y que de ellos aprenderán a gestionar sus emociones.

- ¿Hay un subdesarrollo generalizado de esta inteligencia emocional?

-Nadie nos enseñó de forma programada el desarrollo de la inteligencia emocional pero todos la hemos desarrollado de alguna forma, con más o menos acierto, a partir de los modelos que tenemos alrededor.

- ¿Hay algún error típico de familias y profesores a la hora de gestionar situaciones delicadas?

-Es muy frecuente una mal reacción ante un mal comportamiento de los menores. Muchas veces nos ponemos de víctimas, decimos "me vas a matar", y otros comparan a sus hijos con otros niños. La pérdida de los papeles o gritar denotan esa falta de gestión y es algo que se repite frecuentemente. Esa sensación de "me pasé cuatro pueblos" es habitual, pero esa es la explosión. Tenemos que aprender a afrontar los enfados transmitiendo serenidad. Yo puedo estar enfadada y tengo derecho a estarlo pero lo importante es expresarlo adecuadamente.

- ¿Eso implica ocultar el enfado y hacer como si nada?

-Al contrario, no se trata de ocultar. Recuerdo que el pasado año, cuando fueron los atentados de París, estaba en un curso con profesores y, cuando les pregunté, me dijeron que no habían hablado del asunto con sus alumnos. Decían que no lo habían tratado porque no sabían muy bien que hacer a pesar de que eran conscientes de que en los chavales podía generar miedo, racismo... Esto no es coherente porque las cosas no se resuelven sola. Otro ejemplo es cuando un niño está triste porque se le muere una mascota. El ejercicio en este caso no sería intentar quitarle la tristeza, ya que si está triste es por qué tenía aprecio a la mascota. La clave es permitir sentir las emociones, actuando como modelo, no desbordándonos, no exagerándolas. Si estoy enfadado, debo poder expresar mi enfado correctamente, sin apartarlo ni recurrir a la humillación.