La frustrada recuperación de la casa ocupada por Rosalía de Castro y Manuel Murguía en la Ciudad Vieja es un ejemplo de elogiable proyecto patrimonial promovido por las instituciones cuyas dificultades para su puesta en práctica -previstas unas, inesperadas otras- echaron abajo sus buenas intenciones. Hace justo diez años la Fundación Caixa Galicia, propietaria del inmueble de la calle Príncipe, firmó un convenio con la Real Academia Galega para su cesión, pero los planes para convertirlo en una casa museo no tardaron en tropezarse con obstáculos que impidieron llevarlo adelante. Hoy el edificio sigue desocupado.

El gesto se quedó finalmente en eso, un gesto. El viernes 16 de marzo de 2007 el director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez, y el presidente de la Real Academia Galega, Xosé Ramón Barreiro, firmaban en presencia de la por entonces conselleira de Cultura, Ánxela Bugallo, un convenio para convertir la casa que la poeta y su marido habían compartido en la ciudad en una segunda sede de la institución gallega con archivo y biblioteca; un espacio en el que impulsar la lengua y la cultura de Galicia a través de la obra y la historia de la autora, en definitiva.

El proyecto incluía una exposición permanente con material recopilado sobre la historia de la Real Academia Galega y diversas actividades. En el acto de la firma del convenio se dio incluso una fecha: el 10 de octubre de 2008, el ciento cincuenta aniversario de la boda de los ilustres autores gallegos, día marcado en rojo como el de la inauguración de la casa museo de este particular resurgimiento.

El edificio del número 3 de la Rúa do Príncipe, que Caixa Galicia había recuperado en 2004, nunca llegó a abrir las puertas. El bajo y sus tres plantas funcionaban como restaurante y en el interior no se conservaba ni la distribución ni ningún elemento del mobiliario de cuando Rosalía y Murguía habían vivido allí en 1872. "El proyecto tenía muchas dificultades", reconocía más tarde Barreiro. Ante la imposibilidad de avanzar y de hacer obras, quedó en nada y la cesión firmada fue rescindida, de manera que la casa fue devuelta a la entidad financiera, actualmente Abanca.

El principal problema que se encontró la Real Academia Galega fue la reforma que necesitaba el edificio, cuyo uso le era cedido solo por veinte años. El compromiso del ministro socialista César Antonio Molina por contribuir a las obras acabó con su salida del Ejecutivo central y una inspección técnica al inmueble hecha por el Concello obligaba, según Afundación, a afrontar reformas que la entidad cultural gallega no pudo hacer frente. Ni la academia ni la Fundación Rosalía de Castro volvieron a hablar de aprovechar la casa de la poeta en la Ciudad Vieja.