El escritor y activista senegalés Mamadou Día ofreció ayer una conferencia titulada Tubab, yo quería ser blanco, Tubab, yo quería ser blancode la mano de la ONG Viraventos y de Yarama África . Su vida es la historia de un sueño roto, ya que, a pesar de estudiar Gestión de Empresas en Senegal, en 2006 se metió en un cayuco en busca de unas oportunidades que Europa, finalmente, le negó.

- La gira de conferencias que ha iniciado por España y Alemania tiene un título impactante, Tubab, yo quería ser blanco, ¿Por qué elige este nombre para hablar no solo de su historia personal sino también de la realidad africana?

-Es una crítica a la educación que hemos recibido siendo países colonizados. En Senegal, a quien hace las cosas bien, a quien tiene estudios, se le dice que es tubab. tubabEs la misma palabra que se emplea para los occidentales, para los europeos y la gente blanca que viene a Senegal. La gente no se da cuenta de esas etiquetas y del refuerzo que reciben con la educación, porque todos los libros que nosotros utilizamos para estudiar están escritos por franceses. La historia africana que yo he aprendido no me la han enseñado los africanos sino los franceses. Los programas que vemos en televisión son franceses y lo que enseñan es lo bonita que es Europa, utilizan un montón de códigos para que tú, aunque seas africano, no te identifiques como tal. Yo no sabía que el programa escolar que yo había estudiado y que mis hermanos todavía estudian estaba diseñado para que no veamos lo que podemos aportar a África, a nuestro propio desarrollo, para que no tengamos líderes africanos ni modelos de crecimiento basados en historias africanas. Todos los modelos que tenemos son europeos y, claro, tú quieres ser uno de ellos, un tubab, porque es lo que la escuela te ha enseñado. Es una crítica y también es el fruto de todo lo que he estudiado en los años que he vivido aquí.

- ¿Le fue posible en Senegal darse cuenta de que todo lo que había aprendido de su país lo había hecho pasado por el filtro europeo o fue necesario emigrar para abrir los ojos a esa realidad?

-Para mí, fue necesario dar el paso de cruzar a España, porque en la televisión hablan tanto de Europa, que te despiertan las ganas de ir a cualquier precio. Cuando vienes aquí es cuando te das cuenta de todo. Estando aquí, me empezó a picar la curiosidad por leer sobre la historia de África. Entré en una biblioteca y pregunté por la sección de África. No había. Fui a otras bibliotecas, empecé a buscar y todos los autores tenían nombres occidentales y yo me preguntaba: '¿dónde están los libros que han escrito los africanos sobre África?' Pero solo había tres o cuatro. Yo soy parte de la sociedad española porque he crecido y madurado aquí y al ver esto, sufría por las dos partes, por los africanos que querían estudiar su historia contada por voz de sus abuelos o de sus padres, pero también por los españoles que carecen de información de primera mano.

- Dice que les hacen desear viajar a Europa a cualquier precio, usted lo hizo en cayuco...

-Sí, en 2006, después de intentar dos veces conseguir un visado para estudiar en Francia, porque yo sé francés, y de no conseguirlo, cogí un cayuco y crucé el Atlántico.

- ¿Cómo era su situación en Senegal, tan desesperada como para jugarse la vida por venir a una Europa que no era como la que le enseñaban por televisión, o la desinformación era tan grande que creía que merecía la pena correr el riesgo?

-La situación desesperada es ser una persona y no poder gozar de los derechos humanos, ser un joven africano y no poder coger un avión para viajar a Europa. Conozco a muchos jóvenes a los que la crisis ha expulsado de España y que han comprado un billete para ir a Senegal y se están desarrollando allí. Para mí, no hace falta que la situación en tu país sea terrible para que te metas en un cayuco. No se puede comparar mi situación con la de un guineano, porque igual él huía de una guerra, pero yo era un joven senegalés que veía que, cada año, miles de jóvenes franceses venían a mi país sin necesidad de visado y que yo no podía hacerlo. Para mí, esa injusticia era peor que una guerra. Hay montones de razones que pueden llevar a una persona a coger un cayuco sin necesidad de estar muriéndose de hambre, aunque muchos lo hagan por ese motivo.

- Su viaje fue de ida y vuelta, regresó a Senegal para decirle a los jóvenes que no merecía la pena arriesgarse.

-Efectivamente, esa esperanza que yo tenía en Europa no existe, tuve que viajar y estar ocho años para darme cuenta y conozco a muchos senegaleses que están deseando coger sus maletas y volver. Son miles de personas que ahora quieren volver para empezar una nueva vida, porque la realidad que habían soñado en Occidente no es la que están viviendo. Uno de mis objetivos es acercar esa realidad a los jóvenes, pero también intentar que tengan derecho a viajar y a vivirlo sin necesidad de sufrir.

- ¿Cómo viven las mujeres senegalesas este fenómeno de la emigración y de no encontrar en Europa aquello que buscan?

-Lo sufren mucho más, porque ser inmigrante y mujer es muy difícil. La sociedad ve muy mal que no tengan marido, es una presión muy fuerte la que sufren. Si están casadas, su vida depende mucho de qué marido les haya tocado, si es conservador, no les dejará ninguna libertad y les robará todos sus derechos... Si sumamos esto a que no tienen estudios, a que su círculo de amistades es muy reducido porque muchas veces los hombres son un infierno y no las dejan tener amigas ni amigos, su mundo se limita a 40 metros cuadrados. Las dificultades a las que se exponen también son mayores, porque un hombre puede estar solo en la calle, pero una mujer no, ya que la toman por prostituta.

- ¿Hace referencia en sus charlas a su detención en Madrid, cuando un agente le arrestó porque pensaba que le había sacado una foto?

-Hablo sobre todo de levantar las fronteras injustas que existen porque es mediante el conocimiento de saber quién eres como se consigue, no siendo la víctima ni siendo el débil, porque son estas leyes, la mordaza y otras las que injustamente impiden a la gente vivir felizmente y disfrutando de sus derechos. Las personas viven bajo la manta del miedo, de la opresión y la esclavitud, no saben quiénes son ni el poder que tienen, creo que cuando sepamos quiénes somos sabremos la fuerza que tenemos y podremos hacer cambios.

- ¿Qué espera del futuro ahora que estamos viviendo un auge de la extrema derecha y de las políticas contrarias a la libre circulación de personas tanto en Europa como en Estados Unidos?

-Yo soy muy optimista, creo que la derecha está jugando sus últimas cartas. En los próximos años creo que habrá bastantes cambios muy fuertes, porque la extrema derecha pondrá todas sus cartas encima de la mesa y la gente se dará cuenta de lo peligrosa y lo dañina que es. Por ahora, todavía no la hemos visto en su máxima expresión, cuando lo hagamos nos daremos cuenta de lo peligrosa que es y será el momento oportuno para provocar un cambio y que la gente pueda vivir de otra manera.