Un cuaderno rojo, una chaqueta verde y dos sobres es todo lo que Nawal, el personaje que interpreta Núria Espert en Incendios, deja a sus dos hijos tras su muerte. La actriz catalana, recientemente galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, se introduce hoy a las 20.30 horas en el Teatro Rosalía en la piel de esta mujer marcada por el sufrimiento y por la guerra que, después de cinco años de silencio absoluto, pone sobre los hombros de su descendencia la tarea de descubrirse a sí mismos entre los dolorosos pasos de su vida.

- Define Incendios como una de las mejores obras de la segunda mitad del siglo XX. ¿Fue la calidad de la trama lo que la decidió a formar parte del elenco, o fue Nawal?

-Fue el texto completo. La obra la había visto representada, y me había parecido absolutamente extraordinaria. Pero la lectura, el texto delante de mí, me convenció totalmente. Era una mirada lúcida sobre todo lo que ocurre en el mundo, y me pareció que me daba la oportunidad de expresar mis propios pensamientos a través de la obra.

- Dicen que es una de las grandes interpretaciones de su carrera.

-¿Cómo puedo saberlo? (se ríe). Solo sé que es una manera muy intensa de actuar, que pide mucha sinceridad. Tienes que llegar a lugares muy dolorosos para interpretarla.

- En el resto de papeles que ha hecho, se acababa acostumbrando a las emociones de su personaje, pero dice que en esta obra fue imposible, ¿por qué?

-Por el tipo de narración, por el encadenamiento de las escenas, por cómo la temperatura va subiendo. En la segunda parte, está ya altísima, y yo tengo que entrar desde mi camerino y ponerme a su altura.

- E interpretar a Nawal, ¿qué le ofrece ella a Núria Espert?

-A esta altura de mi vida, me ofrece un modo de interpretar diferente. Es una tragedia contemporánea, coral en el mejor sentido de la palabra, donde cada uno de nosotros carga con el peso de la obra encima de sus hombros y la hace prosperar hasta la emoción final.

- ¿La vida de Nawal es una tragedia?

-Sí. La lleva por luchas solitarias y guerras terribles, que puedes pensar que suceden en el Líbano, pero que están ocurriendo en Siria en este instante y en otros diez lugares más de los que ni siquiera se habla. Incendios tiene un resplandor de actualidad inmediata y solo la poesía hace que puedas soportar lo que ves. Es la expresión de las personas metidas en el mundo atroz que hemos creado.

- Tanto Nawal, como los otros dos personajes que interpreta, Jihane y Zanira, forman parte ya de su largo currículo. El escritor y director de escena José Monleón dijo que es como si usted hubiera intentado construirse a sí misma a través de todos esos papeles que ha hecho. ¿Es así?

-Seguramente sí. Cuando hago Doña Rosita la soltera o Las criadas, no creo que las esté llevando a mi vida privada, pero lo que es cierto es que no es posible salir de un papel totalmente limpio, como si no lo hubieras hecho. Siempre te quedan cicatrices por todas partes.

- Y después de tantos años, ¿sigue ambicionando mejores papeles y mejores directores, como en sus inicios?

-Si, sí, eso sí [se ríe]. El deseo de no repetir lo que ya has hecho, de que un texto te de miedo o haga que te esfuerces sigue, y también el de ponerte en muy buenas manos para no perderte y trabajar formando parte de un todo. Esas cosas siempre continúan.