Jesús Rivero Conchado era uno de los chabolistas más conocidos de Penamoa. Fue de los últimos en abandonar el asentamiento, en 2011 por orden judicial, junto a su mujer, Begoña Salazar, y a su hijo menor de edad. La barraca en la que residían impedía iniciar las obras de la tercera ronda, por lo que el Gobierno municipal, dirigido entonces por Javier Losada, negoció con la familia en 2009 para que levantase otra chabola en un lugar diferente del poblado. A cambio le entregó madera y 560 euros. La Concejalía de Servicios Sociales se negó a realojarlos entonces en un piso porque Riveiro Conchado tenía numerosos antecedentes penales. En febrero de 2011 las excavadoras entraron en Penamoa para derribar las últimas chabolas. El desalojo forzoso de los últimos chabolistas, entre los que estaba el fallecido y su familia, se llevó a cabo por orden judicial. Entre las condenas que le constaban a Algarrobo figuraba el pago de una multa por azuzar a su perro, un pastor alemán, contra un agente de la Policía Nacional, quien se vio obligado a dispararle en una pata.