La inmobiliaria Altramud, del empresario Juan Carlos Rodríguez Cebrián, inició ayer por la mañana las labores de derribo de la antigua nave de La Toja, en A Pasaxe, que tiene abierto un expediente de ruina desde 1999. Pasadas las diez de la mañana llegó al poblado una excavadora que entró en la zona de chabolas para ir preparando el terreno y para convertir en escombro las infraviviendas que, durante años, fue el único hogar de vecinas como Adelaida. Desde primera hora de la mañana de ayer, los accesos al asentamiento están cortados y solo los residentes o los que algún día lo fueron pueden acceder al poblado.

El concejal de Rexeneración Urbana e Dereito á Vivenda, Xiao Varela, explicó ayer que, según la inmobiliaria propietaria del terreno, los trabajos de derribo durarán "cuatro o cinco días", aunque los de retirada del escombro durarán unas dos semanas. En total, el plazo de ejecución estimado de las obras de un mes. Para que se pudiese producir ayer la entrada de las máquinas en el asentamiento sin la oposición de sus habitantes, fue necesario un trabajo previo de realojo de los vecinos afectados. En total, cuatro familias, con trece menores a su cargo, recibieron una alternativa habitacional que el Concello prevé que sea definitiva y le ofreció también una pensión a dos personas mayores que residían en las inmediaciones del esqueleto de la fábrica mientras el grupo de trabajo sigue buscando para ellos una vivienda que se adapte a sus necesidades y no haya vuelta atrás.

"Las cosas se hicieron bien, no como en julio de 2013, cuando se intentó abordar la demolición sin un trabajo social previo, que es el que nosotros hicimos. A partir de ahí, conseguimos realizar este proceso de forma tranquila y calmada y dar una solución habitacional a trece menores que arrancan una nueva vida y a las que sacamos de la miseria más absoluta, algo que creemos que es muy importante", dijo ayer Varela, que defendió que estos realojos van "más allá" de lo que establece la sentencia del Superior de junio de 2015. Este fallo obligaba al Concello a hacerse cargo de la vivienda de los residentes en la zona de influencia de la nave mientras la inmobiliaria tiraba el esqueleto de la antigua factoría. El Concello apostó por buscar soluciones definitivas para estas familias, en lugar de realojarlas solo durante el tiempo que durasen las obras.

A pesar de que estas cuatro familias han salido del asentamiento y de que otra más ya lo abandonó hace aproximadamente dos meses, quedan en el poblado de A Pasaxe 35 familias y veinte de ellas están adheridas al programa de hábitat digno -elaborado por Arquitectura Sen Fronteiras-, diseñado para erradicar el chabolismo de toda la ciudad. "Nuestra intención es seguir trabajando sin pausa para poder dar una solución a medio plazo a todas estas personas", comentó el concejal de Rexeneración Urbana e Dereito á Vivenda.

"Las soluciones son adecuadas a la realidad de cada familia, hay familias que tienen derecho de retorno, otras que no, otras personas que llegaron en los últimos meses... Nosotros dimos soluciones habitacionales acordes a la realidad de las familias", relató Varela y es que, en virtud de una sentencia de 2013, se paró el desalojo del asentamiento chabolista al entender que los residentes en la zona habían adquirido "derechos posesorios" al haber vivido en el poblado durante 25 años.

16

Empieza el desmantelamiento del poblado de A Pasaxe

Pero ¿pueden volver las familias a vivir en A Pasaxe y levantar de nuevo sus infraviviendas? Varela comentó ayer que la empresa "tiene la obligación" de dejar la parcela limpia y que la va a dejar vallada. "En principio, todo lo que suceda en la parcela es responsabilidad de la propiedad", zanjó el edil.

Durante la mañana, algunos de los chabolistas que ya no viven en el asentamiento se acercaron para ver las últimas horas de las que habían sido sus casas. Compartían su sensación de tener sentimiento encontrados. Por un lado, se alegraban de que el poblado en el que tanto frío habían pasado empezase su proceso de desmantelamiento, porque eso significa que todas las familias tendrán "a medio plazo" una alternativa a las infraviviendas en las que se han criado, pero eso trae consigo la pérdida del núcleo familiar, de la relación diaria, de verse y ayudarse. "Para ver una cara ahora van a pasar tres meses o un año", decía una de las antiguas residentes en el asentamiento.

Y es que ellas, que se criaron todas juntas y no tenían más que volver a A Pasaxe de visita para sentirse como en casa, se quedarán ahora sin el espacio físico que las unía. Son sentimientos encontrados, pero hay familias también con ganas de marcharse y que sea para siempre.