Nací en el lugar de Franzomel, en Oleiros, y mi única familia fue mi abuela Josefa, ya que al poco de nacer murió mi madre, también llamada Josefa. Fui al colegio de don Nemesio y años después al Santiago Apóstol, que dirigía el cura don Manuel y en el que estuve hasta los catorce años. A esa edad comencé a trabajar de aprendiz en los talleres mecánicos del Ayuntamiento coruñés, que estaban ubicados en el Orzán, junto a los bomberos y las cocheras de la Compañía de Tranvías.

Este taller se trasladó después a la antigua Casa de Máquinas de San Roque, donde estuve hasta que en los años setenta me incorporé a la imprenta municipal, donde desarrollé el resto de mi vida laboral, que alcanzó los 52 años, por lo que fui el funcionario que más años estuvo en el Ayuntamiento.

Conocí a doce alcaldes, desde Eduardo Sanjurjo de Carricarte hasta Xulio Ferreiro, además a numerosos cargos municipales, ya que al estar en la imprenta pasaban por allí para dar el visto bueno a los programas de las fiestas y a los documentos que se imprimían allí. Tuve además una gran amistad con el jefe de protocolo, Ramón García Barros, a quien todo el mundo conocía como Barritos.

Conocí la ciudad de pequeño cuando venía con mi abuela a vender los productos que cultivaba, para lo que cogía el antiguo autocar de A Nosa Terra, que finalizaba su recorrido en la Dársena. Mi abuela repartía sus productos en diferentes casas cuyos dueños eran clientes suyos de toda la vida y que tenían casas de verano en Santa Cruz.

Mis primeros amigos fueron de esa localidad, ya que viví allí hasta que me casé, y fueron Julio Conchado, Juan Lema, José Manuel Casal, Suso el Bartolo, Alvarito, Manel, Toñito, Luis y Sito, con quienes además jugué al fútbol en el equipo de Santa Cruz.

Durante los años que practiqué este deporte ganamos tres trofeos del Ayuntamiento de Oleiros y ascendimos a segunda regional en la categoría de modestos, además de jugar una semifinal de la Copa de La Coruña en la que fuimos eliminados por el Rutis. En juveniles fuimos dos años seguidos campeones de As Mariñas y llegamos a jugar contra el Deportivo, lo que para nosotros fue importantísimo.

En aquella época teníamos como entrenador a Nardo, que era el marido de Esther Pita, que llegó a ser alcaldesa de Oleiros. Tras dejar de jugar fui presidente del club durante quince años y más tarde delegado del equipo.

Nuestras escapadas en los años de juventud eran siempre a la ciudad o a Sada, donde conocí a la que sería mi mujer, Fina Queijas, en un baile en El Moderno. Tuve con ella dos hijos, María Noelia y Javier, quienes nos dieron una nieta llamada Rebeca.

En la ciudad siempre paseábamos por los Cantones, la calle Real y las de los vinos, por donde apenas se podía pasar por la cantidad de personas que había. Por las tardes íbamos a cines como el Coruña, París, Rosalía, Avenida y Kiosko Alfonso. Los bailes que más nos gustaban era La Granja, El Seijal, El Moderno, Rey Brigo y La Perla, a los que íbamos en el autocar de la empresa Eliseo Pita, cuyo último viaje era a medianoche, por lo que si lo perdíamos, teníamos que volver andando.

En la ciudad hice una nueva pandilla formada por trabajadores del Ayuntamiento, como Armando Naya, Javier Concheiro, Eliseo Paredes, Manolo Pereira, Jaime Rey y Enrique el electricista, con quienes me reunía al terminar el trabajo para ir a bares y cafeterías del centro. Formamos además el equipo de fútbol del Ayuntamiento, que desapareció en los años ochenta.

Ahora, ya jubilado, lo que más aprecio es hacer viajes con mi mujer para conocer lugares, ya que antes no lo pudimos hacer, y reunirme con todos mis amigos de la ciudad y de Santa Cruz.