- ¿Por qué inició su lucha?

-Todo empezó en 1999 con un terremoto que acabó con nuestro municipio. Perdí a mis padres y nuestra casa. Entonces empecé a trabajar para la comunidad porque volvieron a construir casas sin alumbrado público y sin pavimento, se inundaban. Estuvimos así diez años porque no había Junta de Acción Comunal. Después se creó y me eligieron a mí para presidirla.

- ¿Qué logros consiguió?

-Gracias a la gestión se consiguió un comedor comunitario para niños que estaban en la calle, la mayoría huérfanos y perdidos en la drogadicción. También que se le diese el almuerzo a los abuelitos. Toda mi tragedia no fue en vano porque saqué algo bueno. También se crearon seis equipos de fútbol para niños que estaban perdidos.

- ¿Cuándo comenzaron las amenazas de las mafias?

-En el polideportivo había un cultivo de yuca y, en el medio, ranchos con droga y armas. Cuando les dije que se necesitaba recuperar para los juegos de los niños me trataron muy mal. Se lo comuniqué al alcalde y mandó al ejército para echarlos. Yo tenía una tienda y vivía con mi esposo y mis tres hijos. Entonces, empezaron a tirarme animales muertos, a parar a mi hija de diez años cuando iba al colegio y pegarle. A mi sobrino de ocho años lo colocaron a vender droga. Cuando mi hermano fue a pedir que lo dejasen, lo apuñalaron y murió.

- ¿Pidió ayuda institucional?

-La Gobernación y la Alcaldía me negaron la ayuda. Fui a Bogotá y el presidente me dio para mi protección un chaleco antibalas y un celular sin minutos. Ellos querían que renunciara porque los niños ya no querían trabajar, solo comer y jugar. Antes tenían hambre y se aprovechaban de ellos, los ponían a vender droga o los inducían a esnifar pegamento. Después de la muerte de mi hermano siguieron las amenazas hasta que un día entraron encapuchados y armados en mi casa, me pusieron de rodillas en la cama y me dijeron que tenía 24 horas para renunciar a la Junta de Acción Comunal y desaparecer del barrio. Nos sacaron de casa con lo que teníamos puesto.

- ¿Siguió con su labor?

-Nos mudamos a otra ciudad y duramos un año. Yo seguía hablando por el celular y un compañero era el que dirigía los equipos de fútbol. Una mañana me fui a la cosecha del café y mandé a mi hija a la tienda. La apuñalaron y tuvo que decirles dónde vivíamos y trabajábamos. Me esperaron a la salida del trabajo, me golpearon, me cortaron las trenzas del pelo y me violaron. Me dejaron inconsciente. A la mañana siguiente fui como pude al Defensor del Pueblo y me llevaron a Fiscalía para que me acogiera como testigo protegido, pero nunca me protegieron. Ese día también me dieron un aviso para mi compañero: si no dejaba los equipos de fútbol en dos días lo mataban. Se lo di, pero siguió y a los dos días lo asesinaron. La Fiscalía y la policía no hicieron nada. La unidad de víctimas me reconoció el desplazamiento forzoso de municipio, pero los otros hechos no porque los consideraron delincuencia común, no se dan cuenta de que es organizada por paramilitares. Pedí ayuda y me la negaron.

- ¿Cuándo la rescató Amnistía Internacional?

-El año pasado me tiraron ácido y un juez ordenó protección. Me dio una camioneta y dos escoltas. Fue gracias a Amnistía Internacional que estoy viva. Conocí la ONG por la Defensoría del Pueblo. Me sacaron de donde estaba y me trajeron a España para participar en el programa, que dura un año. Me dan ayuda y atención psicológica. Después, quiero regresar y empezar de cero. Llevar a mi familia muy lejos del eje cafetero, a otro lugar donde no me alcance la maldad de esta gente.

- ¿Terminaron con sus logros?

-No pueden terminar porque la gestión se hizo en grupo y eso me enorgullece. Si yo hubiese renunciado y mi compañero no hubiese dado la vida no habría comedor para niños y abuelitos ni entidades deportivas. Me violaron, mataron a mi hermano y me quitaron todo, pero la valentía y las ganas de luchar por los niños pudo más que el miedo y no les renuncié.

- ¿Qué les recomienda a las personas que están amenazadas en Colombia?

-No creo que llegue la paz mientras no se castigue la delincuencia común. Hay otras personas a las que les está pasando y renuncian por miedo. Las invito a que se llenen de valor. Yo puse en riesgo mi vida, a mi familia, lo perdí todo, pero lo material se consigue. Ha valido la pena porque hay equipos de fútbol para los niños y yo sé que alguno recuerdan y valoran el esfuerzo que hice. Estaban tirados en la calle con frascos de pegamento haciendo el trabajo de esa gente por un bocadillo. Es triste la situación que se vive en Colombia y las autoridades no quieren darse cuenta.

- ¿Hay solución?

-No lo creo hasta que la delincuencia común no se castigue porque detrás están paramilitares.