Un 9 de julio de 1977, Paco Toirán y Elisa Pérez iniciaron un proyecto que mañana llega a su fin. En un pequeño bajo de la calle de la Torre, abrieron un ultramarinos que durante años abasteció a vecinos, cuarteles, guarderías e incluso barcos dispuestos a llenar sus bodegas. Poco después, se trasladaron a la calle del Trabajo, donde a día de hoy siguen atendiendo con cariño a una clientela fiel que a partir del lunes se encontraran a otras personas tras el mostrador.

"Lo traspasamos. La próxima semana aún vendremos a echarle una mano a los nuevos pero después ya nos toca disfrutar", dice Elisa, que asegura tener "sentimientos encontrados" con la jubilación. "Por una parte estoy a gusto porque ya son muchos años trabajando, pero por otra me da pena porque los clientes son como de nuestra familia". Y es que cuanto alguien entra por la puerta, Paco sabe si prefiere la fruta madura o verde. "Los negocios los hacen las personas", apunta. Es por eso que entre las paredes de Fruterías Toirán no se habla solo de alimentación.

"La gente viene y te cuenta sus problemas. Esto es como un confesionario. También hay quien te trae fotografías de bodas o de sus nietos", cuenta Ana, una de las hijas del matrimonio, que tiene otros dos hijos. Crecieron en el ultramarinos, y son recuerdos inolvidables. "Teníamos un patio en el que se tiraban todas las cajas y nosotros hacíamos castillos o las apilábamos como si fuese un mostrador y tuviésemos nuestro propio negocio". Pero ninguno de los tres ha querido continuar con la tradición familiar, aunque a Ana, que trabaja en un estudio de arquitectura, no le hubiese importado. "La verdad es que me gusta mucho tratar con la gente", añade.

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Ultramarinos Toirán se despide tras 40 años en Monte Alto

La vida ha cambiado mucho en estos 40 años, según cuentan Paco y Elisa. No solo porque sus hijos son ya independientes, sino por cómo se han transformado los negocios y la zona de la calle de la Torre. "Nosotros íbamos a comprar al mercado de San Roque, en el que tenías que estar antes de las seis de la mañana. No existían cámaras de frío y la fruta no venía clasificada. A veces, te quedabas sin mercancía", recuerdan. A pesar de las dificultades, consiguieron satisfacer a sus clientes día tras día. "Los horarios eran mucho más duros que los de ahora. Es un trabajo muy sacrificado". Por eso toca poner el punto y final, aunque la familia Toirán confiesa que seguirá comprando en su ultramarinos.

A quien le pregunta a qué se debe el adiós, Paco lo tiene muy claro: "No nos hicimos ricos pero sí nos hicimos viejos". Y se ríe. En sus palabras y en su mirada hay ilusión. Las de alguien que está a punto de empezar una nueva etapa. Por supuesto, con su mujer y sus hijos al lado. Solo piensan en "disfrutar" del tiempo del que dispondrán ahora tras 40 años de continuo trabajo y "descansar mucho" a partir de mañana, cuando a las dos de la tarde cierren una verja que no volverán a abrir.