Leo Bassi, humorista famoso por sus espectáculos transgresores, tenía prevista una actuación hoy en O Parrote con su show A utopía facémola nos, enmarcada en la Festa das Utopías, pero lo ha cancelado en solidaridad con las víctimas del atentado terrorista cometido ayer en Barcelona, anunció anoche en su cuenta de la red social Twitter.

Bassi comenzó como malabarista, arrastrando tras de sí la tradición de una familia que llevaba cerca de siete generaciones trabajando bajo la carpa, pero el fin de la época dorada del circo le obligó a reconvertirse.

- ¿Cuál es su utopía?

-Volver al humanismo. Nos han echado encima el consumismo, el egoísmo y que la sociedad funciona porque uno quiere ser muy rico, pero eso es falso. La utopía es una actitud. Amar la vida, no acumular cosas. Es un mensaje que los bufones han intentado transmitir a cada generación, y tengo la sensación de que en esta me toca a mí.

- Lo hará a través de un exorcismo a los banqueros.

-Sí. El banquero es una imagen simbólica de nuestra época, una figura que acumula. Con la corrupción que se ha visto en los últimos años y la falta de solidaridad absoluta que han mostrado, creo que son adecuados para hacer el papel del malo frente a un bufón. Hinchamos un banquero de doce metros, y la población está invitada a increparlo, como un acto de exorcismo.

- Es un show crítico, ¿cómo pasó de malabarista a humorista polémico?

-Cuando tenía 20 años no tenía ni idea de que me transformaría en el hombre crítico que soy, pero el mundo cambió radicalmente. Vi cómo se pasaba de la tradición de unos artistas que se situaban frente al público para divertirlos, a multinacionales de entretenimiento que dominan todo y que finalmente le quitaban la libertad a los artistas. Si trabajas en televisión, hay muchas cosas que no puedes decir o hacer. He visto cómo se perdían las libertades que tenían mis padres para hacer un chiste o reírse de la Iglesia.

- ¿Por eso dejó la televisión?

-Sí, es un sistema de entretenimiento organizado, y me di cuenta de que tenía que luchar, no solo por mí, sino también por el mundo popular, para avisarles de que esta nueva sociedad no es tan libre como dice. En el circo había anarquía y yo, conociendo esa libertad, cuando empezaron a quitármela por los patrocinadores? ¡A la mierda los patrocinadores! Soy consciente de que soy un dinosaurio, que salgo de otra época, pero no me he arrodillado. No hay que dejarse comer por una sociedad cerrada.

- ¿Cómo lidia con ella?

-Siendo irreductible. Desde el momento en el que me tocan los cojones, se alza un muro en mi interior y no voy a cambiar de opinión. Soy hasta temerario. Muchas veces en mi vida he decidido hacer cosas siendo consciente de que podían provocar que me mataran.

- Como en el Teatro Alfil.

-Allí me pusieron una bomba, y el año pasado entraron en mi Iglesia Patólica para quemarla. Hay violencia directa, pero también boicots económicos cuando la gente tiene miedo de contratarte. Pero es mi naturaleza. Tengo 65 años, y trabajo más ahora que nunca. Así que algo estoy haciendo bien.

- Le pusieron el explosivo por su enfrentamiento con la religión católica. Ahora usted tiene su propia iglesia, ¿por qué la fundó?

-Fue mi reacción a la bomba. Después de aquello pensé mucho e incluso fui a congresos de extrema derecha, porque quería mirar a estas personas a los ojos. Pero me di cuenta de que la conversación es inútil, porque les falta un tornillo. Como no podía hablar, decidí crear mi propia iglesia con un pato de plástico como dios, dedicado a hacer reír y a los niños. Pusimos un local pequeño, pero que se llena. A veces hemos tenido más gente en la Iglesia Patólica que la que había en la catedral de la Almudena.

- ¿Cambiará las cosas?

-No creo que una persona individual pueda cambiar radicalmente la dinámica de las cosas, pero es un poco como la teoría del caos. Si un pequeño movimiento de aire puede tener consecuencias en 100 o 200 años, quizá pequeños actos entren a formar parte del flujo de la historia y se acabe cambiando algo. Pero lo importante es amar la lucha por un mundo mejor, incluso si nunca llega.