Llevan una larga trayectoria sobre el escenario, convirtiéndose para muchos en el grupo referente del metal a nivel nacional. Hamlet, la banda madrileña encabezado por el cantante J. Molly y el guitarrista Luis Tárraga, actuará este viernes a partir de las 21.30 h. como plato fuerte de las fiestas de Novo Mesoiro, que comienzan este jueves desde las 20.00 h con una mejillonada.

- Dos décadas sobre el escenario, un último álbum muy exitoso y una etapa que todos definen como su segunda juventud, ¿qué se hace después de eso?

-Algo especial. Está claro que este último disco ha tenido una repercusión mayor que la de otros, pero lo vemos como un reto. Nos gustaría sacar uno nuevo en 2018, porque La ira ya tiene tiempo, y vamos a poner lo mejor de nosotros para intentar seguir estando ahí.

- Algo especial e imagino que diferente a cualquier otra cosa que hayan hecho. ¿Un disco de Hamlet no puede sonar como otro disco de Hamlet?

-A mí no me gustaría, pero tampoco queremos volvernos locos y despistar por querer ser diferentes. No vamos a desvirtuar lo que somos, pero tampoco vamos a repetir un disco como el que ya tenemos.

- ¿Reinventarse en cada trabajo no se convierte en una presión?

-Sí, es una presión absoluta. Pero también es lo que lo hace divertido. Nosotros sabemos qué es lo que funciona, y podríamos ir por ese camino fácilmente, teniendo un disco cada año. En su lugar sacamos uno cada 3, porque queremos ser sorpresivos. Somos exigentes y eso es lo que nos hace estar ahí, ser un grupo no caduco que nunca ha vivido de rentas y que siempre intenta meter canciones nuevas.

- Dice que para componerlos hay que ser atrevido, ¿cuál ha sido su decisión más valiente?

-El importarte un pimiento lo que piense la gente. Por ejemplo, después del disco negro (Hamlet). Nos encanta porque es muy agresivo, pero nos llevó a una gira muy larga y nos quemó bastante. De repente necesitábamos explorar otra cosa e hicimos Syberia, el polo opuesto. Ese fue un momento muy arriesgado de nuestra trayectoria. De hecho, cuando salió, para algunos de nuestros seguidores era un delito y para otros un acierto.

- Les acusarían de haberse relajado.

-Y de que nos habíamos vendido, que fue lo que más nos dolió. Sobre todo porque era al revés, Syberia era un suicidio comercial para nosotros. Nos gusta explorar e intentar hacer otras cosas porque somos músicos, y hay gente que se lo toma como un delito cuando cambias. Y te puede no gustar pero eso de vendido? No nos hemos vendido a nadie, ni hemos sonado nunca en los 40 principales [se ríe].

- Le pregunté antes por la decisión más valiente, ¿cuál cree que fue la peor?

-Yo creo que la peor fue hacer algún disco por presión de plazos. Después de Syberia hubo mucha presión de la discográfica por sacar otro disco. No quiere decir que no estemos contentos con ese álbum, Pura vida, pero quizá podríamos haberlo madurarlo más.

- La ira se relaciona mucho con sus comienzos ¿había una intención de volver a ellos?

-Había intención de hacer un disco muy real. En directo el grupo tiene una intensidad fantástica, y queríamos llevar ese sonido al álbum, en lugar de ser perfectos en una época en la que todo el mundo suena perfecto y hay una carencia de personalidad absoluta. En ese sentido, es un trabajo muy honesto, y creo que por eso mucha gente se volvió a reenganchar. Volvimos a lo que éramos en ese aspecto.

- ¿Y en el siguiente?

-Grabaremos algo con lo que estemos contentos. Nosotros nos hemos ido radicalizando mucho, al contrario que muchos grupos, que cuanto más mayores se hacen más se acomodan. Cada vez hacemos más lo que nos da la gana, no tenemos ningún tipo de cortafuegos. Eso nos da una libertad total, así que haremos algo que nos toque la fibra.