Para un coruñés que hizo cola en 1953 a fin de conseguir unos abonos para asistir al primer festival de Amigos de la Ópera, volver al teatro Colón es retrotraerse un poco al pasado. No es verdad que "cualquiera tiempo pasado fue mejor"; pero constituyó el antecedente necesario para que en estos últimos años podamos escuchar ópera de primer nivel en nuestra ciudad. No hay que olvidar que A Coruña tuvo ópera en las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo cuando sólo se hacía, además, en Barcelona, Bilbao, Oviedo y Las Palmas. Es preciso recordar también las 65 temporadas que se han venido organizando hasta nuestros días. ¡Que gravísimo error hubiera sido perder la cronología! Y bien sabe Dios que estuvo en grave peligro. En fin, hemos tenido problemas, altibajos, dificultades, pero siempre se ha mantenido una inquebrantable voluntad de permanencia. El Colón, incluso abarrotado en dos funciones, no alcanza el aforo del Palacio de la Ópera, de manera que se produjeron ciertas dificultades de ubicación. En algunos casos, especialmente lamentables. Me veo en la obligación de informar a quienes tienen la amabilidad de seguir mis comentarios críticos que, dada mi situación lateral (por añadidura, derecha y demasiado cercana al escenario), me resulta prácticamente imposible el ejercicio de mi desempeño con un mínimo de garantías. No obstante, entre lo que pude escuchar y las aclamaciones del público, sobre todo al final de la representación, creo poder afirmar que el nivel de los cantantes fue altísimo. Kunde, soberbio en todo momento con su voz poderosa y brillante en el agudo, ofreciendo además algunos ejemplos de dobles reguladores de volumen. Espléndido, asimismo, Juan José Rodríguez, acaso en el mejor papel de cuantos le hemos escuchado. Magnífica, Saioa Hernández, a pesar de hallarse indispuesta. Como siempre, extraordinaria Marianne Cornetti. Y, para completar un excepcional cuadro de primeras voces, Marina Monzó, que hizo un paje impecable con sus picados y agilidades. Muy bien los dos bajos -los conspiradores- e igualmente nuestros cantantes coruñeses, Pedro Martínez Tapia y Pablo Carballido. En general, muy entonado el Coro Gaos, que dirige Fernando Briones. Estimable aportación danzante del Ballet Druida y de algunos figurantes. Pontiggia resolvió la escena con inteligencia y medios modestos; el vestuario, en general, acertado. ¿Y la Orquesta? No, no voy a olvidar a mi querida Sinfónica y a quien estuvo al frente, Ramón Tébar, un director emergente que ha cimentado ya una gran carrera internacional. Pero? pero ni a él pude verle ni escuchar a la orquesta. Tan solo los metales más graves. De todos modos, en múltiples ocasiones he dicho y repetido que la OSG es sin duda la mejor orquesta de foso de España. Y también he dedicado muchos y merecidos elogios a Tébar en otras representaciones de ópera en A Coruña. En suma: según parece, una gran versión de este bellísimo melodrama que es Un ballo in maschera.