Nací en la calle Torreiro, donde viví con mis padres, José y Gloria, y mi hermana Rosario. Mis padres trabajaron toda su vida en la hostelería en el Club 600, cuyo local estaba junto al Materno Infantil y que explotaban en sociedad con otras personas. Cuando cerró, pasaron a la residencia y comedor del Parque de Automóviles, que estaba ubicada en la zona de Riazor.

Mi único colegio fue el de los Salesianos, en el que lo pasé muy bien aunque los profesores y los curas eran muy estrictos. Yo hacía lo que podía para divertirme en las horas de recreo y salir algunas veces a la calle atravesando las escaleras de la capilla, aunque si me descubrían, me ponían de rodillas y con unos libros en la mano hasta que me casaba.

Había un cura al que llamábamos el látigo negro y el campanas por la habilidad que tenía para lanzarnos una campanilla si nos veía haciendo el ganso o sin prestar atención. Algunos de los que recibieron los golpes enseñaban los chichones que les había causado como si fueran trofeos de guerra.

Mis amigos de aquellos años fueron Tonecho el de la rana, Miguel el del Siete Puertas, Jaime el de Foto Celeiro, José Luis el del Brasil, Javier Labordeta el de la Bolera y algunos más. La plaza de María Pita y la explanada de la plaza de San Nicolás nos sirvieron durante mucho tiempo para disfrutar de nuestros juegos, aunque en María Pita teníamos que tener cuidado de que no nos quitara la pelota un guardia municipal al que no le gustaba que jugáramos allí.

A los once años empecé a jugar al hockey sobre patines en los bajos del edificio que la OJE tenía en el Orzán y en la explanada de los jardines de Méndez Núñez, ya que nos dejaban unos patines con ruedas de madera y unos sticks muy gastados por el uso, pero que eran mejores que los tallos de repollos que usábamos antes. En este deporte tuve como compañeros a Tato, Quililas, Luis Antonio y Aldao.

Nuestro equipo al principio se llamó el Flechas y luego el Imperio. A los dieciocho años empezamos a jugar en el equipo del Deportivo, con el que competimos en el Campeonato de España que se disputó en Tarrasa en 1967, en el que quedamos cuartos. Seguimos en el Deportivo hasta que el club cerró esta sección deportiva, por lo que pasé al Dominicos, en el que estuve dos años con Gabriel Ruiz de entrenador u como compañeros como Cabarcos, Queira, Necho y los González. Más tarde entré en el Unión Sportiva, del que se puede decir que formé el equipo de hockey, y regresé al Deportivo cuando reabrió la sección, a la que también volvieron mis antiguos compañeros.

Conseguimos el ascenso a Primera División tras una fase en la que todos los otros equipos eran catalanes, lo que para nosotros fue una satisfacción en aquel momento. Fuimos abandonando este deporte para dedicarnos a nuestros trabajos, por lo que solo seguimos jugando en la categoría de veteranos, ya que como profesionales no se ganaba lo suficiente para vivir.

Fundamos un equipo aficionado llamado Xuntanza con el subimos a Primera División y llegó a tener tal importancia que la Diputación presidida por Enrique Marfany nos dio una subvención de 500.000 pesetas con la que compramos cien pares de patines para enseñar a jugar a los niños coruñeses.

Empecé a trabajar con mis padres en el Club 600 hasta que fui a la mili y al volver fui el responsable del local El Criollo, tras lo que estuve en el Casino Atlántico durante una década. Luego estuve en la empresa Josmaga hasta que me jubilé. Me casé con María Iluminada y tenemos dos hijos, Alma María y José María, además de un nieto llamado Martín. Me suelo reunir con mis antiguos compañeros del hockey y del barrio y formo parte de la sociedad recreativa El Miñoco.