- ¿La Arquitectura de Cabecera es más una metodología o una ideología?

-Es las dos cosas. Es metodología porque se basa en un método para conseguir el diagnóstico de una situación a través de la persona y con instrumentos académicos. Es ideología porque parte de la necesidad de entender la arquitectura como un servicio público que tiene que ser accesible a la gente. Y es también una vía profesional porque se dedica a sumar en la Arquitectura, con mayúscula.

- ¿Por qué se acuña, con este concepto, "de cabecera"?

-Nace en plena crisis, en junio de 2013, para acercar la figura del arquitecto al ciudadano y para que se entienda su trabajo. Maestros y alumnos vimos claramente que había que explicar para qué sirve un arquitecto, porque teníamos encima la losa de ser en parte, desde un punto de vista disciplinar, responsables de la crisis. Había que seguir explicando que teníamos que seguir formando a arquitectos que piensan en la vivienda y en la ciudad.

- ¿Qué concepto general tiene el ciudadano de los arquitectos?

-Lo ve como alguien inaccesible, o que cuando accede a él no le queda más remedio. No tiene la certeza de que somos capaces de proponer soluciones que arreglan las necesidades de las personas.

- ¿Cómo se transmite el trabajo del arquitecto de cabecera?

-Conociendo el contexto del paciente, del ciudadano. Cuando contactamos con una persona con la que vamos a trabajar le preguntamos por sus ancestros, su herencia y la persona y su hábitat, por su barrio, su comunidad y su propia vivienda, dónde y con quién vive. Con esa información analítica a través de encuestas y entrevistas, estudiantes y profesores diagnosticamos las prioridades de intervención, lo más y lo menos grave, lo fácil de solucionar y lo difícil, lo que podemos solucionar y lo que podemos derivar a otros especialistas.

- ¿Cómo están respondiendo los pacientes/ciudadanos con los que trabajan?

-Bien, entienden que somos útiles. Sobre lo construido, sobre vivienda colectiva, podemos solucionar una situación sin complicarla en absoluto con los medios que tenemos, desde situaciones duras a amables. Somos capaces de proponer algo que no se imaginan. Es un proceso en el que analizamos todo desde el inicio, vemos qué posibilidades se pueden tomar y cómo pueden actuar colectivos vecinales o las administraciones.

- ¿Qué consultas son más frecuentes?

-Sobre las viviendas construidas que se han quedado obsoletas en aspectos de accesibilidad y sobre usos flexibles que les podemos dar, como por ejemplo compartir vivienda cuando hay dificultades de movilidad o diseñar un proyecto de ascensor. Son casos que se han dado en el barrio del Raval.

- ¿Qué dolencias o vicios, en general, sufre el urbanismo y la arquitectura en el país?

-La primera es que se considera que la vivienda es un bien mercantil, un negocio. Negociar con el derecho a la vivienda genera muchos problemas en las ciudades, como la gentrificación y abandono de territorios y la obsolescencia de edificaciones porque no se quiere rehabilitar. La segunda es la poquísima oferta de vivienda pública de alquiler. Cuando en los barrios no se pueden ofrecer estas viviendas es cuando el mercado marca quién vive en los barrios.

- ¿Nos hemos recuperado de algún mal?

-Se le está dando más oportunidades a lo que ya existe, antes de crear algo nuevo, lo que no de deja de ser una pena, llegar a ello por descartes. Se confía en lo que hay, en mantener y reutilizar, no en deconstruir. Es algo lógico.