E l homenaje que dedicó Amigos de la Ópera a Alberto Zedda tuvo tres momentos y otros tantos escenarios. Por la mañana, en el auditorio de Afundación, seis personas que gozaron de su amistad hablaron sin protocolos ni rigores, con total libertad y sobre todo con el corazón, sobre el maestro italiano tan vinculado a nuestra ciudad. Fueron ellos, el director artístico de Amigos de la Ópera, César Wonenburger; Gustavo Tambascio, director de escena; Juan Ángel Vela del Campo, ensayista musical; Javier Bahamonde Santiso de Osorio, historiador; José Miguel Pérez Sierra, director de orquesta; y este crítico musical. El acto, que contó con la presencia de familiares del homenajeado, venidos desde Italia, y de su viuda, la coruñesa, Cristina Vázquez, tuvo un fuerte emotividad al recordar al extraordinario personaje que fue Alberto Zedda, a quien nuestra ciudad aún debe la dedicación de una calle. En la tarde-noche, se celebró un concierto en el que intervinieron once grandes artistas italianos y españoles, para cantar fragmentos de hasta diez grandes óperas de Rossini. Sólo Rossini, ya que el maestro fue el máximo especialista sobre el compositor de Pesaro en el mundo. Dada la cantidad y calidad de los artistas intervinientes y la variedad de las obras interpretadas (el recital duró tres horas y media), no es posible realizar una crítica pormenorizada. Baste decir que todo estuvieron a un altísimo nivel y que entre ellos se hallaban dos cantantes coruñeses: Helena Abad y Borja Quiza. También de nuestra ciudad es el Coro Gaos que, con Fernando Briones al frente, tuvo a su cargo algunas partes corales; la coral fue dirigida en algunas ocasiones por el maestro milanés. Lo mismo sucedió con la Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida en esta oportunidad por un excelente maestro, José Miguel Pérez Sierra, discípulo de Zedda. La agrupación gallega, con sede en La Coruña, se desempeñó con el alto nivel artístico que la caracteriza. El final con ese bello canto a la libertad de Guillermo Tell , resultó especialmente conmovedor en una ciudad de tanta tradición liberal. Por la noche en el pazo de un encantador matrimonio coruñés, ella y él, grandes aficionados a la música, que mantuvieron amistad con nuestro homenajeado, tuvo lugar una cena fría con asistencia de personalidades coruñesas, los familiares del maestro y la mayor parte de los artistas que formaron parte del concierto comentado. Una vez más, gratísima celebración en que artistas y aficionados tuvieron la oportunidad de conocerse y confraternizar. El propio Zedda asistió en otros momentos a actos similares. Hubo sentidos discursos y brindis en memoria del inolvidable personaje que nos ha dejado hace unos meses. Además, en esta ocasión la sobremesa se enriqueció con una sorpresa muy grata: una nieta del maestro, Valentina, interpretó al piano, de un modo maravilloso, el bello Preludio en Do sostenido menor, opus 3 nº 2, de Rachmaninov. Y aún tuvimos el privilegio de que el gran tenor, Celso Albelo, nos obsequiase, acompañado al piano por el maestro, Pérez Sierra, con dos preciosas canciones: O sole mio, de Di Capua; y ¡Ay, ay, ay!, de Pérez Freire.