Con el Canto Fúnebre de Stravinski y la Resurrección de Mahler iniciaba hace dos días la Sinfónica su nueva temporada, un ciclo de estrenos nacionales y de la propia formación, en la que los solistas y las nuevas batutas ocuparán un lugar destacado. El estilo escogido, el del siglo XX, traerá con compositores como Bartók aires renovados para la formación y para su director, Dima Slobodeniouk, que se propone, programa en mano, lograr que su público conecte estos meses con la música contemporánea.

- Nuevo ciclo después de su aniversario. ¿Cómo valoran la temporada?

-Es lo que siempre se dice: ¿Qué se hace después de la gran fiesta? Para nosotros, cada concierto es una. Con el 25 aniversario pudimos llegar al siguiente nivel, y vamos a continuar en él. No se trata de retroceder.

- La protagonista será la música contemporánea. ¿Por qué esta apuesta por el siglo XX?

-Creo que es importante para la audiencia descubrir dónde estamos ahora. Mahler está muy cerca de nosotros, de hecho, solo tiene 100 años, igual que el Canto fúnebre de Stravinski con el que abrimos la temporada. Pero la gente no se da cuenta, se asusta de la música del siglo XX. Y, en realidad, es como el arte. Si ves una pintura de la época Medieval, puede que te cueste conectar con ella, porque está muy lejos. Pero sí ves una pintura que refleja algo que has experimentado, es más fácil que lo entiendas. Con la música ocurre lo mismo, y para mí esta significa oxígeno para el público y para nosotros.

- ¿De qué manera ampliará el repertorio de la OSG?

-De muchos modos. Por ejemplo, vamos a tener el estreno de Drifts, de Fagerlund, una composición reciente de este año. Stravinski, el Canto Fúnebre, lo hemos interpretado por primera vez, y tenemos a Francisco Coll en febrero. Aparte de los estrenos, también queremos tocar piezas que no hayan sido interpretadas desde hace tiempo. Y la música del siglo XX, que está muy cerca de mi corazón?

- Igual que Bartók. Hablaba de él con cariño en la presentación de la temporada.

-Sí. Tiene un lugar muy especial en el ciclo. De hecho, en el futuro me gustaría hacer cosas más concentradas alrededor de un tiempo o un compositor concreto, como se hace en los festivales. Lo de Bartók es un pequeño intento, tratamos de traer una especie de festival de él.

- El área de los solistas es otro punto a trabajar. En este ciclo tocarán incluso sin director.

-Sí? Es que, ¿sabes?, en realidad la orquesta no necesita un director.

- ¿No es usted necesario?

-Vamos a decirlo de esta manera: la orquesta puede tocar sin director, como ya lo han hecho antes, cuando la orquesta era más pequeña. Mahler, sin embargo, sería muy difícil de tocar sin director. Requeriría mucho más tiempo y, desafortunadamente, nosotros no solemos tener tres semanas para preparar un concierto. Lo interesante es que, en general, la gente piensa que el director se pone delante de la orquesta, mueve sus manos y los músicos tocan lo que está escrito en las partituras. Pero no se parece mucho a eso.

- ¿Cómo es, entonces?

Hay música que puede ser interpretada de 1.000 formas distintas, y cada director llega y lo hace a su manera, pero su manera es una combinación de ellos y de la orquesta. Aprender a tocar juntos es el mismo proceso, una habilidad que programamos en nosotros mismos cuando trabajo con ellos. En mi labor como director, lo que intento conseguir es hacerme menos necesario en el concierto que en el primer ensayo. En el primero realmente me necesitan, pero en la actuación la orquesta empieza a comunicarse, de manera que mi trabajo es interpretar la pieza.

- ¿A qué retos se enfrentan?

-No lo sé? Nuestro trabajo es un reto constante. Cada semana estás creando un mundo, y para la orquesta el reto es ajustarse muy rápido a estilos muy distintos, estar activos. El mío es mantener a la formación en desarrollo y motivada, y hacer que el público esté feliz e interesado. Y atraer nuevos espectadores, claro.

- El año pasado lograron aumentar la asistencia en un 20 por ciento. ¿Cuál es la meta esta temporada?

-Siempre más [se ríe]. Si conseguimos, aunque sea, que 5 personas más vengan y prueben la música clásica, estaremos muy contentos. Despertar la curiosidad es lo importante. En muchos sitios se piensa que es algo para las clases altas, lo que no es verdad. La música clásica es para todo el mundo, y no más difícil de escuchar que cualquier otra. O te gusta o no. Yo entiendo si una persona viene al concierto y lo odia. Hay alguna música que a mí no me gusta, pero hay que intentarlo.

- ¿Sienten que tienen que seguir luchando con esa idea de que la música clásica es para élites?

-No, aquí en esta ciudad esa creencia no es muy pronunciada. Tenemos muchos abonados, mucha gente que compra entradas... Nuestras puertas están abiertas para todo el mundo. En el centro de Europa, como Alemania, se nota más, y creo que es una pena. También en Escandinavia. Pero a veces tiene que ver con los precios. Aquí, en cambio, la entrada del cine cuesta más que la entrada del concierto.

- ¿Con qué se encontrarán los que la compren? Hace pocos días terminaban las obras en el Palacio de la Ópera, ¿están satisfechos?

-Sí. La acústica está mejor ahora, con las butacas nuevas. El sonido es más claro, y tenemos un poco más de respuesta en la sala. Normalmente no había, el sonido iba a algún sitio y no volvía nunca [ríe]. Ahora es un poco más fácil tocar.