"A mí una de las cosas que más me sorprende es ver cómo los niños reciben un abrazo, algunos creo que es la primera vez que lo sienten en toda su vida, la primera vez que abrazan y les abrazan", explica el director del colegio San Pedro de Visma, Juan Manuel Pérez. En el centro hay alumnos de 21 nacionalidades, "con sus 21 culturas" sumadas a las costumbres que los demás miembros de la clase tiene ya.

Los alumnos del centro repiten este año la iniciativa Mus-E, que es un proyecto centrado en la educación emocional en el que los niños dejan a un lado los libros de texto y empiezan a trabajar otros contenidos, otros que tendrán que poner en práctica durante toda su vida, como por ejemplo, el respeto, la confianza y el saber escuchar. Este trabajo se desarrolla en horario lectivo, siempre con el apoyo de los tutores y, en algunas sesiones, también con el de las familias, y bajo la dirección de artistas en activo, que se bajan del escenario para ayudar a los niños a que entiendan muchas de las cosas que les pasan por la cabeza y la barriga, aunque no sepan si tiene nombre. Esta iniciativa, que cumple su tercer año en el centro San Pedro de Visma, nació en el seno de la Fundación Yehudi Menuhin -que defiende que la música y el arte tienen que formar parte de la educación- y recibe la financiación de la Fundación Paideia.

Pero, ¿qué hacen los niños en las sesiones Mus-E? Para los más pequeños, las actividades son juegos, como correr a la pared si su nombre contiene la letra A o si han nacido lejos de España, si su equipo es el Real Madrid o su comida preferida es la coliflor, aunque, desde fuera, son también ejercicios en los que se forja un lazo entre los miembros de la clase, donde todos tratan de entenderse un poquito mejor y conocer cuáles son sus realidades más allá de las paredes del centro. Así que, en su primera sesión, los alumnos de 3º B hablan del momento más bonito que recuerdan de este verano, más adelante, quizá lo harán quizá del peor de su vida, del día en el que más se enfadaron y con quién. Esas cuestiones se las plantea, con las piernas cruzadas y sentado en el suelo, el actor Ramiro Neira, de Artestudio. "A los padres les sorprende que los niños les hablen de esos momentos que tienen guardados en la memoria porque no tenían ni idea de la importancia de esos recuerdos", dice Pérez. "

Pero no todos los días que toca Mus-E hay fiesta en las aulas. "Nosotros ya le decimos a las familias que esto no es una actividad extraescolar o una guardería donde dejan a sus hijos para que jueguen. Si trabajamos el control de los impulsos y a un niño le cuesta, es normal que algún día salga cabreado, pero no pasa nada, es parte del proceso", explica Neira, que defiende que, a veces, los tutores y los artistas son meros observadores y que son los niños los que llevan el peso de la actividad, que ellos solo les ofrecen las herramientas para poder expresarse, con bailes o movimientos, y para materializar "todo lo que tienen en la cabeza".

Esta iniciativa Mus-E se desarrolla en otros centros de la ciudad, también financiado por Paideia, en el Raquel Camacho y en el instituto Rafael Dieste, dentro del llamado Proyecto de Barrio, ya que todos están en la misma zona y comparten una realidad muy diversa. Se trata de acompañar a los alumnos en su crecimiento, enseñarles a filtrar, a respetar y a "decir no", a cuestionar y a desarrollar su imaginación, sin miedo a equivocarse porque, como les recuerda Neira a los pequeños que le escuchan en fila preparados para salir corriendo: "en el teatro no hay error".