Entre los años 2004 y 2005, la Sinfónica, bajo la dirección de Víctor Pablo Pérez, completó el ciclo de las sinfonías de Mahler, incluyendo la Décima en una versión completada por el músico Remo Mazzetti. En el mes de abril de 2004 le tocó el turno a la Segunda Sinfonía y el éxito fue enorme. Trece años después, y con Dima Slobodeniouk al frente, el éxito se repite. Mahler, incomprendido en su época ("Mi tiempo está por llegar"), triunfaba en 2004 y triunfó en 2017. Su tiempo llegó al fin. En la versión de Víctor Pablo se fusionaron dos orquestas (la OSG y la Joven) y dos coros (el de la Sinfónica y el de la Comunidad de Madrid). En la actual, se optó por reforzar la agrupación titular con 32 músicos, hasta completar un total de 111 profesores; y el Coro de la OSG cantó con 115 coristas. Fue una magnífica interpretación. Dima, que siempre ha sido un gran director, ha madurado de manera muy notable. Su espléndida Sinfonía Resurrección ha estado llena de matices, de contrastes y de pasajes colmados de sentido y expresividad. Todos los elementos intervinientes se han mostrado a un elevado nivel artístico. Empezando por las dos solistas: soberbia la mezzosoprano alemana, Damerau, de voz muy bella e impecable línea de canto; pero no desmereció en absoluto la española Mathéu; sus momentos a dúo, preciosos y cantados de manera perfecta. El Coro, que cumplía veinte años, ha estado en uno de los mejores momentos de su historia; los estremecedores pianísimos en el quinto movimiento, para el recuerdo. Y la orquesta, asombrosa: capaz de traducir los más sutiles volúmenes y de alcanzar impresionantes fortísimos sin distorsión alguna; incluso los metales desplazados tras el escenario, pese a la desfavorable situación, se mantuvieron siempre dentro del conjunto. Gran jornada inaugural de la temporada. Cumpleaños del Coro. Hermosa partitura de un joven Stravinsky con caracteres de estreno. Y nuevas butacas de color negro que a muchos no han gustado por considerarlas estéticamente feas y además incómodas. Eso sí, los chirridos al sentarse, las extrañas protuberancias que presentaban algunas y las desgarraduras de la tapicería han desaparecido.