¿Hasta qué punto puede llegar la complejidad de un conflicto por la construcción de un edificio para que la Administración bautice su documentación sobre el mismo como una "maraña"? Ese calificativo se lo dio la Dirección Xeral de Patrimonio a los numerosos papeles que se acumulaban ya en 2011 sobre el inmueble de los números 6 y 8 de la calle Príncipe, cuyas obras comenzaron en 1999. Pero hoy en día, cuando ya han transcurrido 18 años del inicio de los trabajos, sigue sin haber perspectiva sobre su finalización porque el Concello acaba de ordenar el derribo de las reformas efectuadas a lo largo de estas casi dos décadasderriboreformas.

El incumplimiento de la normativa urbanística en diferentes puntos del edificio y de la orden municipal para corregir esas irregularidades fue lo que originó el decreto que obliga de demoler la amplia remodelación efectuada sobre el primitivo inmueble, asentado en un enclave privilegiado de la Ciudad Vieja, ya que desde las ventanas de su parte posterior se divisan el jardín del Palacio de Capitanía y la bahía. Esas vistas fueron el motivo del inicio de la batalla judicial que emprendieron contra la obra los residentes en el edificio contiguo en la calle Santo Domingo, ya que quedaron privados de ellas.

A lo largo del tiempo, el enfrentamiento entre el promotor, Santiago Torres, y los vecinos de ese inmueble, ha generado demandas y recursos que a su vez derivaron en órdenes de paralización de los trabajos, aunque siempre volvieron a reanudarse. El primer gran revés fue la aparición de un tramo de la antigua muralla medieval en la excavación del solar, aunque Torres trató de convertirlo en un atractivo más para su promoción al proponer al Concello la creación de un museo que exhibiese los restos y al bautizar a su iniciativa inmobiliaria como La muralla del Parrote.

El promotor fue salvando uno por uno los obstáculos que impedían la terminación de la reforma, aunque ahora se encuentra en un punto en el que solo la aceptación de un recurso judicial podría librarle de tener que empezar los trabajos otra vez desde el principio. Cuando los técnicos municipales visitaron el edificio, apreciaron que se encuentra prácticamente terminado, ya que solo faltan por efectuar pequeños retoques, pero también comprobaron que algunas de las obras realizadas no se ajustan a la legalidad, ya que no figuraban en el proyecto presentado.

Un cambio en la forma de la cubierta, que permite un mayor aprovechamiento de la superficie situada bajo la misma, la modificación de las fachadas de la calle Príncipe, el retranqueo de un metro de una construcción realizada tras el número 10 de esta calle, la apertura de huecos en el forjado y el nuevo diseño de una escalera son los problemas localizados por el Concello en el edificio y que en octubre de 2016 obligó a corregir. Por si fuera poco, los vecinos del edificio contiguo recurrieron la orden municipal, seguramente tratando de que fuera más contundente, aunque su iniciativa fue desestimada.

Cuando el pasado mes de julio el arquitecto municipal visitó las obras y verificó que no se habían subsanado las modificaciones no autorizadas, el Concello ordenó a la empresa, Iniciativas y Desarrollo Inmobiliario de Arquitectura, que desmontase todo lo que con tanta dificultad levantó a lo largo de estos años. Pero Torres no se desanima y no solo se muestra dispuesto a acatar el mandato municipal, sino a volver a reformar el edificio de nuevo con el fin de poner en marcha una promoción a la que el calificativo de interminable le viene como anillo al dedo.