De "Guggenheim coruñés" a fallido centro de ocio. De "mascarón de proa" de la ciudad a búnker discotequero. El edificio "emblemático" que soñaron Francisco Vázquez y Antonio Couceiro, presidente portuario de la era Fraga, se convirtió en uno de los más decepcionantes proyectos públicos de la historia moderna de A Coruña, cuyo resultado llegó a calificar de "cutre" el mismo exalcalde después de haber participado en su elección. Una decisión, además, que el Tribunal Superior consideró irregular y que supuso, para los magistrados, la "pérdida de una ocasión única para la ciudad". Las Alas de Gaviota de Bofill, hoy Palexco y Los Cantones Village, es el único ejemplo reciente que tienen los vecinos de edificios modernos no portuarios en dominio público litoral. Es precisamente el modelo de desarrollo que prevén usar en Batería y Calvo Sotelo Puertos del Estado y la Xunta, restando poder de decisión al Ayuntamiento. Sus responsables tendrán que afinar bien lo que allí harán, dada la experiencia previa de los coruñeses, que vieron convertida la promesa de un edificio referencial en dos volúmenes sin relación, uno de ellos, un centro comercial más.

Vázquez comenzó a mascullar sobre el proyecto en el año 2000, un espacio de congresos de diseño firmado por un arquitecto de renombre. Se inauguró en 2005 pero hizo correr ríos de tinta antes y después, desde su controvertida elección a los plazos de la obra, la falta de concordancia de la ejecución con el proyecto, las licencias para construir y abrir y la falta de éxito de la propuesta comercial, obligada a reinventarse en varias ocasiones para buscar el favor del público.

Todo pintaba bien de partida. Se presentaron Jean Nouvel con el Área Obelisco y la constructora San José; Marc Fenwick y Jerónimo Junquera con FCC; y Ricardo Bofill y César Portela con Necso y la Sociedad de Fomento y Desarrollo Turístico, del grupo Comar de José Collazo. Necso ofreció levantar el complejo por 7.540 millones de pesetas y sus oponentes, por 8.000. Como se reveló años más tarde, tras la sentencia del Superior que sacó los colores a quienes ratificaron la selección, solo el criterio económico ponía por delante a la tercera propuesta, que salió ganadora. Ya en el momento de la valoración de los proyectos, este diario reveló que el diseño de Bofill era muy similar a dos edificios de oficinas que se estaban construyendo en el polígono logístico de la Zona Franca de Barcelona.

Tras la elección de las Alas de gaviota, bautizado así por el conjunto que formaban las dos cubiertas de los edificios mellizos, Antonio Couceiro se mostraba convencido de que la determinación que habían tomado era la correcta. "Es el que más nos gusta al alcalde y a mí", declaraba a los medios de comunicación, negando que el diseño elegido no fuese el preferido por los coruñeses al no organizarse un referéndum pare elegir el segundo palacio de congresos de la ciudad: "no creemos en la democracia asamblearia". Couceiro defendía que la opinión de los coruñeses ya estaba presente en la mesa de contratación a través de los representantes de las instituciones.

En ella también se sentó Francisco Vázquez, que solo dos meses después de la inauguración y a pesar de haber tomado parte de su elección, declaraba en una emisora local que concordaba con el pueblo coruñés en su desengaño con resultado del proyecto. "Por dentro ha quedado, por decirlo así, un poquito cutre", opinaba sobre el opaco centro de ocio, con un interior propio de un centro comercia que, a diferencia de Palexco, no tenía ningún tipo de relación con su entorno marítimo. Lo atribuyó a los "acabados" del concesionario puesto que, reafirmó, votaron los "edificios más bonitos" y con mejor precio.

No solo Francisco Vázquez formó parte de la mesa de contratación. La decisión final se ratificó en el seno del Consejo de la Autoridad Portuaria, en la que había representantes del Gobierno central de José María Aznar, del autonómico de Manuel Fraga y tres concejales de Vázquez: Javier Losada, Salvador Fernández Moreda y José Nogueira. Las obras, que se prolongaron tres años, acabaron costando 45,3 millones de euros, 15 de ellos abonados por la Xunta, el Ayuntamiento y el Puerto, y el resto, por la adjudicataria, que tuvo casi plena libertad para reinterpretar sus planos.

Era ya Francisco Vázquez embajador, en 2007, cuando los tribunales refrendaron por escrito el pensamiento generalizado en la ciudad. Uno de los promotores de los proyectos perdedores, el de Fenwick, reclamó ante los tribunales al ver que el resultado -que aumentó la edificabilidad pactada y no respetaba la ubicación y disposición para la que fue concebida- nada tenía que ver con lo estipulado en el concurso. No aceptaron la propuesta de indemnización, al no quedar demostrado que ellos habrían sido los ganadores. Sin embargo, las conclusiones de la sentencia y su informe pericial no tienen desperdicio, concluyendo que las Alas de gaviota habían supuesto "la pérdida de una ocasión única para la ciudad".

El fallo del Tribunal Superior de Xustiza consideró irregular el concurso del Puerto que ganó "la peor de las tres propuestas". El proyecto de Palexco, de Bofill y Portela, causó, según la sentencia, una "barrera visual desde todos los puntos de vista". Según el perito, la comisión que valoró el proyecto "no se ajustó al pliego del concurso", y no cumplió la normativa urbanística ni la Ley de Patrimonio de Galicia.

A juicio de este técnico, la mejor propuesta era la de Nouvel y Zona Obelisco, aunque también valoraba el diseño de Fenwick y FCC. De hecho, recordó en su informe pericial que la propia comisión técnica del Puerto "reconoció en sus conclusiones" que "el mejor proyecto básico y el que mejor cumplía los parámetros" era el de Nouvel. "Pero al incorporar inadecuadamente otro objeto contractual en el mismo concurso [la gestión], se desvirtuó el mismo", añade. Al experto le resultó "extraño" que el Puerto coruñés adjudicase la obra sin saber realmente la empresa que la iba a explotar la zona comercial, que la filial de Comar traspasó a Superco, liquidada en 2013.