La musa del reputado artista Ton Grung recuerda la relación tóxica que vivieron en Anónima 18, la obra que la coruñesa Lola Roel estrena esta tarde en el Fórum Metropolitano. La pieza, en la que la escritora se embarca de nuevo en los problemas sociales, comenzará a representarse a las 20.30 horas, gracias a la interpretación del grupo Ditirambo Teatro Coruña.

- Vuelve a las tablas, y de nuevo con un drama.

-Sí, es verdad que hasta ahora ha sido la constante. Siempre reflexiono sobre lo que nos rodea. A veces sientes que el mundo se hunde a tus pies y yo, en vez de querer escapar de ello, intento hundirme más para comprenderlo. Lo que no puedo entender es que alguien intente levitar sobre los problemas.

- Aquí se hunde de lleno en la violencia de género.

-Analizo cómo una relación puede destruirte como ser humano. En este caso, es una relación muy tóxica, pero lo que no es al uso es la reacción de ella al final. Hay una venganza muy sutil e inteligente por su parte, y sale reforzada.

- Decía hace un tiempo que escribir es su forma de defenderse, ¿lo mantiene en esta obra?

-En este caso no. A veces uno se tiene que defender de sus propias pretensiones, pero ahora estoy en un momento tranquilo conmigo misma, más de preguntar que de responder, y no tengo ninguna pretensión más allá de la propia pregunta.

- Sus piezas tratan historias cotidianas, ¿el teatro tiene que hablar de la realidad que vivimos?

-Sí, pero no de la realidad que vivimos a nivel de hechos. Yo prefiero hablar de un texto de emociones, porque la sociedad se modifica, pero los valores troncales del ser humano se manifiestan siempre. Después claro, lógicamente tengo que darle un contexto, y puedo darle uno de más actualidad

- ¿El peso de los problemas actuales lleva al público a huir a historias más ficticias, o a interesarse por las reales?

-El público sigue asociando el teatro con un momento de liberación de la cotidianidad y, por tanto, encaja mucho más en una obra de comedia que en una de reflexión. Tenemos asociada la representación al fin de semana. No se ha integrado como un alimento diario.

- Su carrera literaria comenzó con las novelas, pero acabó dejándolas por el teatro, ¿por qué abandonó la narrativa?

-El teatro me ha absorbido totalmente. Yo hago uno de texto, donde la palabra tiene una importancia, que me ha ayudado a conocer al otro, pero también a ahondar en mí. Me gusta también porque siempre es una obra inacabada. Tú la construyes con tu propio grupo. Eso es mucho más fascinante que la narrativa, donde la respuesta del lector muchas veces no te llega. Aquí lo hace. Lo tienes ahí, y a los dos minutos estás oyendo cómo respira.

- ¿Qué llevará a escena la próxima vez?

-Estamos trabajando en La puerta, una reflexión sobre los desahucios. Va a ser en tono de comedia, porque la realidad que estamos viviendo es esperpéntica, pero va a dejar un regusto de tristeza. Esa puerta que a la clase media le roban un buen día no es solo la puerta física de la casa, es la puerta de la intimidad. Hoy todo el mundo tiene derecho a entrar en tu vida, y a decidir cómo mueres y cómo vives.