"El urbanismo no entiende que las transformaciones de suelo en Galicia siempre se encuentran con territorio habitado", explica Iago Carro, arquitecto miembro del colectivo Ergosfera, sobre la situación en la que se encuentran los núcleos de población situados en la periferia de las ciudades que se ven afectados por iniciativas inmobiliarias. Las personas que viven esos lugares se ven abocadas a abandonar las viviendas en las que han residido, en muchos casos durante toda su vida, ante la imposibilidad de convertirse en promotores como el resto de los propietarios de suelo en esos polígonos, ya que eso implica hacer frente al pago de unas cuantiosas cuotas de urbanización.

Esto les lleva a aceptar las cantidades que les proponen como indemnización y a desarraigarse del lugar con el que mantenían una relación que iba más allá de la mera residencia. El parque ofimático, un proyecto urbanístico diseñado a finales de los años ochenta y que aún se encuentra en fase de desarrollo, es uno de los exponentes de esta clase de procesos.

Una parte de los antiguos vecinos de los lugares por los que ahora se extiende el polígono aceptaron las compensaciones que les ofrecieron para abandonar sus casas, pero otros se resistieron, como los de A Pereiroa, al otro lado de la avenida de Alfonso Molina, y se introdujeron en un torbellino del que aún no han conseguido salir.

La asociación cultural Ergosfera decidió estudiar este problema en toda la ciudad tras haber conocido cómo se vivió en el ofimático mediante su trabajo Cousas de Elviña. Para ello puso en marcha el proyecto Co urbanismo nos talóns, incluido en los que promueve el Laboratorio Cidadán del Concello, que identificó 70 núcleos de población y 1.198 viviendas que desaparecerán si se llevan a cabo las propuestas de transformación urbanística que figuran en el actual plan general.

Según Iago Carro, el análisis de las situaciones que causan estas iniciativas inmobiliarias se puede hacer desde la perspectiva social por el desarraigo que genera en los afectados, pero también desde la urbanística "porque lo más racional para crear una ciudad compleja y diversa es utilizar las piezas que ya existen y preservarlas". El punto de vista ambiental es otro de los que se pueden tener en cuenta para Ergosfera, que considera que "lo más racional es no destruir viviendas que ya existen para construir otras nuevas", mientras que desde el patrimonial debería apostarse por la conservación de formas de vida tradicionales para incrementar la riqueza de las ciudades.

La observación efectuada sobre el terreno por este grupo de arquitectos permitió comprobar que en toda la periferia de la ciudad se combinan las nuevas urbanizaciones con las viviendas tradicionales,

Aunque los sucesivos planes generales proponen desde hace muchos años la desaparición de las últimas, al no ser obligatoria la ejecución de los planes de transformación del suelo, se posponen de forma indefinida, como ha sucedido en las dos últimas décadas con el proyecto previsto en San Pedro de Visma.

Según los datos que ha podido recabar Ergosfera, en la actualidad el plan para urbanizar el lugar de A Gramela, en el entorno del centro Ágora, es el que tiene el proyecto más avanzado en cuanto a tramitación urbanística, aunque Carro advierte de que la información sobre estos procesos no es muy clara.

"Creemos que se pueden desarrollar esos polígonos conservando esas viviendas, ya que la mayoría de ellas son compatibles", opina Carro, para quien los planes de desarrollo urbanístico "siempre quieren partir de cero, con un territorio vacío en el que puedan hacer un diseño puro y en el que no haya que acoplarse a muchas preexistencias".

A su juicio, en el parque ofimático podrían haberse conservado las viviendas existentes y edificar a su alrededor, pero advierte de que "hay una corriente de opinión según la cual a los sitios donde conviven estas tipologías se le llama feísmo".

"¿Qué clase de locura es haber destruido San Roque de Afora, que estaba en el centro urbano y tenía la misma legitimidad que cualquier otro para permanecer y podría aportar una diversidad interesantísima a una zona central de la ciudad?", se pregunta Carro acerca de la desaparición de lo que fue uno de los núcleos tradicionales que existió en el municipio.

La experiencia revela que en estos procesos inmobiliarios los promotores abordan en principio a los afectados con buenas maneras, según explica el portavoz de Ergosfera, tras lo que se suceden las ofertas económicas cada vez más insistentes a quienes se resisten a vender. A continuación llegan las "presiones y amenazas de expropiación, y después los problemas entre los vecinos, como pasó en el ofimático", comenta.

Carro destaca además que en todos los casos en que una comunidad sufre la amenaza de la desaparición por la puesta en marcha de una iniciativa urbanística se enfrenta al problema de una manera solitaria, como sucedió con los afectados por el ofimático, de quienes recuerda que llevan cinco años manifestándose todas las semanas.

Mediante el proyecto Co urbanismo nos talóns, Ergosfera trata ahora de que se entienda que situaciones como la vivida en el ofimático son "un problema colectivo, de forma que si hay más de mil viviendas afectadas en la ciudad y se genera un nuevo conflicto, haya más posibilidades de hacérselo entender a quien haga falta".

Tras haber contactado con vecinos de los diferentes núcleos del municipio que se hallan bajo la amenaza de desaparición por los proyectos del plan general, Ergosfera realizó el pasado viernes el primero de los encuentros que realizará con estas personas. El centro cívico de A Silva fue el lugar elegido para esa reunión, en la que además de los componentes de la asociación participaron la abogada María José Domínguez Rivas, el sociólogo Carlos Diz Reboredo y el urbanista Enrique Seoane.

Para este último, la razón de la situación en la que se encuentran los núcleos de población y viviendas aisladas de la periferia de A Coruña radica en que se hallan en suelos por desarrollar en los que, aunque se les reconoce su configuración como urbanos, "no están de acuerdo con los remates formales de la ciudad", como sucedía en el caso del ofimático.

"Cuando los suelos están clasificados así, hay piezas y formas que pueden ser incongruentes, porque un núcleo rural dentro de la ciudad es difícil de asimilar", explica este profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Pero en la actualidad, cuando existe una mayor sensibilidad hacia las identidades de esos núcleos y a sus formas, considera que se pueden "establecer otras maneras de hacer crecer la ciudad, ya que en este momento no lo hace formalmente". A juicio de Seoane, "es tan ciudad Oleiros, Sada, Arteixo o Culleredo como A Coruña", a la que califica de "ciudad explosiva en la que hay mil formas, casi superpuestas unas con otras".

La nueva Lei do Solo de Galicia fue para este arquitecto "una oportunidad perdida", ya que reprodujo las clasificaciones del suelo que había en las legislaciones anteriores aunque con otros nombres. Según explica, el concepto de núcleo rural que introduce "no sirve para Galicia porque se refiere al que está muy lejos de las ciudades". Para él, "sería posible e incluso deseable conservar núcleos rurales de la ciudad", pero en A Coruña la dinámica de su crecimiento fue la de "englobarlos para sustituirlos", ya que considera que no hubo capacidad para conservarlos porque la legislación no lo apoyaba.

Seoane centra en la normativa urbanística el origen de este problema de preservación de las viviendas que quedan integradas en un proyecto de urbanización, ya que recuerda que la Lei do Solo "no permite que esas casas queden exentas de esa gran bolsa de suelo". En su opinión, debería permitirse la existencia de lo que denomina "agujeros negros" en los que permanecerían esas viviendas, de forma que sus propietarios no quedan en una "situación imposible". Destaca que con la norma vigente, aunque se les autorizara a que sus edificaciones continuaran en el lugar, se verían obligados a ceder parte de sus fincas para la construcción de viales y servicios generales, así como a pagar parte de las obras de urbanización, lo que estima que no le haría rentable permanecer allí.

El urbanista refiere además que los afectados no solo sufren la desaparición física de su vivienda, sino además toda clase de problemas jurídicos y económicos, por lo que "acaban vendiendo para que no les compliquen la vida".

Para Enrique Seoane, "no es un problema esencialmente gallego pero casi", ya que su origen es que antiguamente se podía construir de forma dispersa en los alrededores de las ciudades gallegas, aunque estos terrenos se convirtieron luego en la zona de expansión de los cascos urbanos. En la mayor parte de España, en la que no existe el minifundio, estas situaciones no se producen.