Juan tiene parálisis cerebral; María, síndrome de Down; Ruth sufre una ceguera congénita; Asier, microcefalia. Son algunos de los muchos que se encuentran dentro del colectivo de personas con diversidad funcional. Todos los días se levantan y se enfrentan a las barreras sociales, físicas, mentales..., se enfrentan a un mundo que no piensa en ellos, que no los tiene en cuenta, a un entorno la mayor de las veces hostil. Un mundo lleno de clichés y de arquetipos, donde los iconos no los reconocen, más bien los ignoran. Las leyes y los reglamentos, al igual que las declaraciones, cubren la conciencia de nuestra sociedad argumentando que todos somos iguales, todos tenemos las mismas oportunidades, todo se queda en cantos de sirena.

Falta lo más importante, la voluntad, y esta conlleva la financiación para hacer efectiva la igualdad de los distintos, de los que se salen del estándar que impone una sociedad muchas veces hipócrita que limpia su conciencia con declaraciones de intenciones, pero se queda ahí.

Juan, María, Ruth, Asier y muchos otros nos enseñan en su día a día que su discapacidad no es una lucha valiente o de coraje frente a la adversidad o las dificultades; ellos lo convierten en un arte. La suya, frente a todos los obstáculos, es una forma ingeniosa de vivir. Yo los catalogo de héroes; sí, como aquellos de la mitología griega; son nuestros Ulises, son héroes porque son individuos extraordinarios que encuentran la fuerza de perseverar y de resistir a pesar de los obstáculos.

Nos enseñan con su ejemplo que la discapacidad no los define, que lo que los define es cómo hacen frente a los desafíos. Eso nos muestra cómo somos y cómo actuamos; cuando nos ponen frente al espejo, frente a nuestra realidad, vemos que todos somos distintos. Entonces, por qué no les ayudamos; entonces, por qué jugamos al buenísmo. Ellos no quieren eso, solo piden: "Dame las herramientas, que yo puedo; márcame, el camino que yo lo sigo".

Juan, María, Ruth, Asier. Tienen sueños, ilusiones, proyectos, son distintos, de acuerdo, pero ¿no somos todos distintos? Ayudémosles, dejémonos de hipocresías. Son nuestro mejor ejemplo de todo lo bueno de la condición humana; su sonrisa, su espíritu de superación, su inocencia, nos hacen creer que si se quiere se puede. Llegaremos hasta donde podamos, ese es el éxito. De no hacerlo fracasaremos como personas y como sociedad y viviremos en la mentira y en la hipocresía. Es cuestión de actitud y voluntad, si se quiere se puede. Hagámoslo posible.