La pianista Rosa Torres Pardo ha planteado un programa inteligente y oportuno con tres compositores catalanes que se sintieron profundamente españoles e hicieron música de diversas regiones de España. Soler y Granados, sobre todo, música madrileña; Albéniz, de preferencia, andaluza.

Tocó en primer lugar dos preciosas sonatas del Padre Soler que nada tienen que envidiar a las célebres de Domenico Scarlatti; la intérprete realizó una lectura con elegante estilo clavecinístico, utilizando apenas el pedal y marcando con limpieza las delicadas ornamentaciones. (trinos, mordentes circulares). Abordó con valentía Rosa Torres, las brillantes partituras de Albéniz: esas maravillas de colorido y fuerza inigualables; pero, eso sí, de una extraordinaria dificultad. En este caso, y de manera especial la brillante página, el Corpus Christi en Sevilla. Con todo, los grandes momentos del recital se alcanzaron en Granados y sus espléndidas partituras goyescas, pertenecientes a la obra homónima.

De ella, escuchamos cuatro de las seis piezas de que consta; y si he de elegir una de ellas cuya interpretación resultase sobresaliente, elegiría La maja y el ruiseñor. Concluyó la pianista con El amor y la muerte; el público, sensible y ejemplar en el seguimiento del concierto (así como "una golondrina no hace verano", una sola excepción no invalida a toda una audiencia), mantuvo esos maravillosos segundos de silencio conclusivo antes de prorrumpir en aplausos y bravos.

Dos bises: la bellísima Oriental, segunda de las doce Danzas españolas, de Granados; y El pelele, extraordinaria obra que, aún sin pertenecer realmente a ella, suele acoplarse como séptima pieza a Goyescas, y que alcanzó una notable versión en las manos de Rosa Torres Pardo.