La Compañía de Tranvías cuenta con 114 años de antigüedad, de los que los últimos 42 ha estado gestionada por la familia Prada, que llevaba ya varias décadas dedicada al mundo de transporte, incluso en la propia A Coruña entre otras ciudades. Esta vinculación, que se plasma ya en la existencia de tres generaciones sucesivas al frente de la sociedad, ha sido reconocida ahora mediante la concesión del Premio Familia Empresaria de Galicia, que convoca anualmente la Asociación Gallega de la Empresa Familiar.

Isaac Prada, natural de Vilamartín de Valdeorras, fue el fundador de la saga. Su vocación por el mundo del transporte le hizo fundar primero una empresa de camiones y luego una de autobuses en Lugo. En 1964 y junto con otros socios se hace con Autobuses Urbanos de La Coruña, que tenía la concesión de tres líneas en la ciudad que hacían unos recorridos periféricos, ya que los interiores estaban reservados a la Compañía de Tranvías.

Una consulta ciudadana hizo que el Ayuntamiento otorgase a la empresa las nuevas líneas que debían llegar a los populosos barrios del Agra do Orzán, O Ventorrillo y Os Mallos, lo que permitió quintuplicar la flota de autobuses y mejorar los resultados económicos, pero Tranvías recurrió esta concesión en los tribunales porque no había sido sacada a concurso y consiguió que le fuese retirada a Prada.

En aquel momento su hijo, José, ya formaba parte de la empresa, puesto que desde niño le apasionó todo lo relacionado con la automoción. "Probaba todos los vehículos que podía y trabajé sin nómina ni contrato, ya que para mí lavar y engrasar un autobús o desmontar un motor era una diversión", explica ahora, al tiempo que resalta que su padre le condujo "desde siempre para ser su continuador".

Isaac tenía una empresa de transportes en Linares y concesiones de recogida de basuras en Andalucía, pero José recuerda: "La ilusión de mi madre era vivir en A Coruña", por lo que ante los problemas financieros de las otras compañías de la familia, ella propuso trasladarse a esta ciudad. Además de él, empezaron a trabajar en la empresa su cuñado y su hermana, mientras que el padre fue comprando la participación al resto de socios.

La Compañía de Tranvías atravesaba una complicada situación económica a principios de los años setenta, tras haber sido vendida por los sucesores de Pedro Barrié de la Maza a empresarios locales, ya que soportaba una elevada deuda, su flota estaba muy anticuada y su plantilla sobredimensionada por la necesidad de disponer de toda clase de trabajadores para reparar los vehículos, ya que había incluso que fabricar los repuestos. Pese a todo, Isaac Prada se animó en 1975 a comprar la empresa con el apoyo de otros socios y la fusionó con Autobuses Urbanos de La Coruña en 1979, el mismo año en que desaparecieron de la ciudad los trolebuses.

"Levantar la empresa costó sangre, sudor y lágrimas", destaca José, quien recuerda que los trabajadores llegaron a estar meses sin poder cobrar, se pusieron en huelga y la policía tuvo que conducir los trolebuses. "Nadie nos daba crédito porque esto era una ruina", ya que además el Ayuntamiento no permitía subir las tarifas a pesar de que no cubrían los costes del servicio y la empresa tuvo que ganar un pleito en el Tribunal Supremo para revertir esta situación.

El año 1987 fue clave en la historia de la compañía, ya que consiguió una nueva concesión para prestar el servicio que acabó con el "maremágnum tremendo" que existía con las concesiones de las líneas. El nuevo contrato utilizó además una fórmula polinómica para fijar las tarifas, criticada con dureza por algunas formaciones políticas pero que "es la misma que utilizaban la mayoría de las ciudades de España y el propio Gobierno central cuando tenía competencias en transporte", explica José , mientras que su hijo Ignacio detalla que está "pensada para que el operador gestione lo mejor posible porque obtiene mayores o peores beneficios según lo haga bien o mal".

Como prueba de la importancia de la gestión en los resultados, Ignacio cita el impacto que tuvo en las empresas de transporte urbano el desarrollo de la automoción privada en los años setenta, ya que el número de viajeros cayó en picado. José menciona que Tranvías llegó a tener 26 millones de pasajeros y descendió hasta los 15, pero que ahora ha remontado hasta los 21, mientras que otras concesionarias españolas no se han recuperado de la misma manera.

José tiene tres hijos, pero ninguno de ellos mostraba interés por sucederle, por lo que optó por contratar un director con experiencia en el sector. Ignacio había optado por estudiar Ingeniería Industrial y comenta que al terminar la carrera le daba "vértigo entrar en la empresa", por lo que buscó hacer méritos y, tras haber adquirido experiencia profesional, se planteó asumir el proyecto familiar como adjunto a la dirección, aunque la marcha de quien ocupaba ese puesto precipitó que le relevase.

"Agradezco a mi padre que no haya querido forzar la situación", señala Ignacio, para quien "el proyecto familiar y empresarial iban de la mano, de forma que el mismo amor que hay dentro de las familias se extiende a la empresa". Su padre añade que la llegada de Ignacio a la dirección tuvo "el consenso de toda la familia", ya que, a diferencia de otras empresas familiares, que disponen de un protocolo para tomar las decisiones, los Prada carecen de un documento que lo plasme pero actúan según ese código.

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Premio de la Asociación Gallega de Empresa Familiar a Tranvías de A Coruña

El carácter familiar de la empresa se traduce también en que hay trabajadores de varias generaciones y que mantengan buena relación con la dirección. "No me encontré a un jubilado que me mirara mal", asegura José, mientras que Ignacio considera "una fortaleza que haya gente que conozca cómo funciona la empresa porque lo ha vivido desde niño y viene animada por sus padres o sus abuelos".