En el libro En aquella Coruña..., el periodista y exconcejal Emilio Quesada hace un repaso a sus recuerdos En aquella Coruña...Emilio Quesada. Cómo fue su infancia y su juventud en la playa de O Parrote, las fiestas, las tertulias en el café Galicia, los personajes que paseaban por las calles y sorprendían a muchos, así como los buenos y malos momentos que vivió en el estadio de Riazor. En 172 páginas resume toda una vida. Aquí, algunas de las anécdotas que tienen un hueco importante en su memoria.

El estadio de Riazor. "Era un campo de aldea", resume Quesada. Y aun así no faltaba a la cita con el fútbol. Cuando tenía ocho años, solía ir a ver partidos de equipos militares. "Estábamos en plena Guerra Civil y eso era lo que podíamos ver", recuerda. Entre las múltiples historias que cuenta en su libro, donde hay un apartado exclusivo para el Deportivo, sus alegrías y sus tristezas, destaca la del "desdichado arbitraje" del colegiado Mazagatos. "Luego usábamos su nombre como insulto", confiesa.

La playa. Aunque el autor de En aquella Coruña... vivía en la calle Real y tenía cerca Riazor para darse un baño, prefería la ya desaparecida playa de O Parrote. "No cabía un alfiler. De ahí el dicho de 'abarrote en el Parrote'. Era una playa muy recogida, que le daba el sol de frente y sin viento", detalla. A San Amaro iban los de la zona de Monte Alto y la Torre. "Tenía fama de aguas gélidas", señala en su libro. Mientras que As Lapas se quedaba vacía, pues tenía "difícil acceso y muchas piedras en la orilla".

Lugares de reunión. Casa Enrique y café Galicia formaban parte del itinerario diario de Emilio Quesada. "El vino era malísimo", comenta entre risas. Pero nunca faltaba a la cita con sus compañeros. "Era un espectáculo variopinto. En estos sitios se juntaban Urbano Lugrís, González Garcés, Álvaro Cunqueiro... Y allí se hablaba de todo, menos del régimen", agrega. Muchas veces se centraban en la literatura, y opinan sobre títulos conseguidos gracias al fundador de la librería Arenas. "Era gerente en la librería Porto, que solo ofrecía cosas religiosas, y vendía libros de contrabando", menciona.

Personajes de la ciudad. En aquella época, A Coruña estaba llena de personajes curiosos que han quedado en la memoria de muchos. "Don Marcelino siempre paseaba por el Cantón Grande con el Times bajo el brazo", rememora. No se olvida de Manolita, con una manera de vestir muy llamativa, o de Liló al que "le encantaba el tic-tac de los relojes". Panchito era "un negro que vendía corbatas", que se disponía con los brazos en cruz para exhibir mejor la mercancía que colgaba de ellos. "Se decía que había sido músico de un son cubano en sus años mozos y que cuando viniera Antonio Machín lo ficharía para su orquesta".

La infancia, en la calle. "¿Y qué hacían los niños de aquellos tiempos en que no había televisión, ni ordenadores, ni móviles, ni escuelas deportivas, ni un papá con un coche para llevarlos a la playa?", se pregunta Emilio Quesada en sus páginas. Comenta que uno de los juegos preferidos por los niños era policías y ladrones. "Y todos queríamos ser ladrones", apunta. También jugaban al fútbol o las chapas. Las niñas, "siempre por otro lado", se dedicaban a hacer de mamás, a las cocinitas, a la mariola o a practicar con el diábolo.

Tardes de cine. Ir a ver una película era el plan perfecto, o quizá uno de los únicos planes apetecibles que tenían los jóvenes de la época. "No había otro entretenimiento", reconoce. El Rosalía, el Colón, el Avenida, el Salón París y el Savoy eran las salas de más categoría. "Era nuestra válvula de escape", comenta Emilio Quesada, aunque era "imposible eludir la censura". La sesión más demandada, la de las ocho de la tarde. Según el escritor, "había que ofrecer propina a las taquilleras para conseguir buenas localidades en el patio de butacas".

Las fiestas. Aunque Quesada asegura que las fiestas de la ciudad eran entonces "más pobretonas que las de ahora", se celebraban por todo lo alto. Marcados en el calendario estaban el Día de la Poesía, la Semana Santa, las noche meiga de San Juan o el Teresa Herrera. "Recuerdo que en la Batalla de las Flores había alguno que tiraba piedras", declara entre risas. Quesada tampoco faltaba a la romería de Santa Margarita, que cerraba el programa de fiestas veraniegas.