Una procesión a cuentagotas de pequeños campistas irrumpió a oscuras en la explanada de acceso a la Casa de los Peces durante nueve noches de las vacaciones de Navidad. Agarrados al saco de dormir y a la esterilla -sus sábanas y colchones por un día-, veinte niños de siete a once años accedían al Aquarium Finisterrae cada anochecer, cuando sus puertas ya estaban cerradas. Aunque no para ellos.

La llave que abre el Acuario a los niños por la noche se llama Durmiendo con tiburones, organizada por la Asociación de Amigos de la Casa de las Ciencias, en colaboración con los Museos Científicos. Esta actividad, dirigida a niños de siete a once años, ofrece talleres sobre la biología marina y finaliza con una noche rodeados de tiburones y otros peces en la sala Nautilus, ambientada en el submarino del capitán Nemo.

El ritual se repitió nueve noches desde el 23 de diciembre, cuando entró el primer grupo, a ayer, con el último. Sin más equipaje que saco de dormir, esterilla, chándal como pijama y material de aseo personal, los campistas eran recibidos por los monitores en la sala Maremagnum y se despedían de sus padres hasta la mañana siguiente, con quince horas por delante para disfrutar a solas de un Acuario entero.

Lo primero, dejar sacos y esterillas en el suelo de su camarote, la Nautilus, "la sala de los tiburones", como la llama Sol, de siete años, una de las participantes el pasado martes. Después, hasta pasada la medianoche, actividades educativas relacionadas con el mar, con una cena en la "cantina de Ultramar" en el intermedio.

Los niños construyeron "una medusa de papel", explica Noa, de siete años. "También jugamos a buscar por el Acuario cartas de los animales que éramos", añade Aitana, de la misma edad. Unos eran peces; otros, cangrejos; otros, tortugas... Una actividad con la que los monitores trataron de estrechar vínculos entre niños que se conocían esa noche consistió en reflexionar sobre lo que más les gusta del mar. A Aitana, "los delfines"; a Sol, "las estrellas de mar".

Toda acampada, además, tiene su canción. Y la de Durmiendo con tiburones está dedicada a uno de los iconos del Acuario, Gastón, el tiburón toro de tres metros de longitud y cien kilos de peso que llegó a A Coruña en mayo de 2006 desde el Océanopolis de Brest (Francia). Ese tema y "convivir con los animales" supuso "lo mejor" para Sofía, de siete años. Carmen, de esa edad, la recitaba al unísono con Sol al salir del Acuario: "Me lo pasé bien / y me gusta un montón / pasar la Navidad / durmiendo con Gastón".

Porque la noche en la Nautilus era la meta de todos los niños. "Dormir en una pecera", en palabras de Carmen. Durante las ocho horas y media previstas para soñar, algún ojo se abría en medio de la noche y allí estaban, recuerda Aitana, "un montón de niños tumbados y dormidos, y los peces".