Cuenta Moncho Amigo, el escultor que creó la caracola de punta Herminia, que actualmente ni su obra ni él se encuentran bien. Él está en cama y ella, en los talleres municipales a la espera de que él se recupere y pueda ir a verla y curarla.

Desde su casa, Amigo dice que siente un vacío al saber que ya la caracola no está en su sitio, aunque confía en que pronto pueda volver a presidir punta Herminia. "Fue este temporal, pero también todos los que hubo en los últimos veintitantos años. La caracola estaba ya bastante deteriorada por la herrumbre del acero. La parte más débil, la parte de atrás que es donde se apoya en el suelo y que no tiene más de treinta centímetros, estaba afectada por las olas del mar y por las resacas", explica Amigo que, a menudo, se dirige a su obra como "la mujer".

A falta de hacerle una visita y de tocar sus cicatrices, el autor cree que la mejor opción sería volver a hacer la escultura, ya que él conserva los plantillas y construir una réplica para que, renovada, vuelva a su lugar de origen.

"De aquella [hace más de veinte años], el acero corten era lo más moderno que había, era una novedad, porque crea una capa y se le cae, pero punta Herminia es un sitio muy complicado, con mucha sal y viento... Aún así, aguantó casi treinta años", que se anima pensando en que, si no es posible que la escultura vuelva a su estado inicial, también se puede construir con nuevos materiales, como la fibra de vidrio. "No es muy complicado volver a hacer la pieza y soldarla y dejarla igual que estaba. Esto no es lo problemático, el problema es que no ha tenido mantenimiento en todos estos años", comenta y, asegura que, de no haber sido así, seguiría en pie, porque está orientada "a favor de los vientos y de las olas predominantes".

"El mar corroe la base de hierro que entra en el cemento, que va por unos tubos que salen a una especie de coraza, donde, en tiempos de calma, se escuchaba desde arriba, el ruido que hacían los marineros que estaban pescando en el mar, se podía oír el mar...", recuerda Amigo.

El alcalde, Xulio Ferreiro, aseguró ayer que la estatua, en ningún caso, se quedará "sin arreglar", aunque el Gobierno local está todavía estudiando quién se hará cargo de los gastos. "Esperemos que una parte la pague el seguro, en otros casos, hay líneas de ayudas de la Xunta tras los temporales y sería un buen momento para que la Xunta ayudase a los ayuntamientos", explicó el regidor municipal, que aclaró que, si no encuentra financiación, la reforma "la pagará el Concello, que para eso la estatua es suya". ¿Y llevarla a otro sitio, para que no sufra tanto las inclemencias del tiempo? "No, yo no la pongo. En otro sitio no tiene sentido. El lugar fue elegido especialmente porque punta Herminia daba la posibilidad de que la obra se mantuviese mucho tiempo", zanja Amigo, que también ha visto cómo la araña que hizo para la playa de Balarés, en Ponteceso, sufre los embates de las olas. "Este mar es terrible", concluye. "Tengo un disgustillo, como cuando falta alguien de la familia y, los primeros días, te encuentras solo. Es una cosa sentimental, porque tiene fácil arreglo", dice Amigo, que apuesta por volver a hacer la caracola de nuevo para que vuelva a acompañar a los vecinos, a los turistas y también a los marineros que, estos días, le llamaban para preguntarle qué iban a hacer, ahora que ya no la tenían cerca.