Junto a la escalinata de Adelaida Muro se han reunido una veintena de personas. Al principio casi todos son artistas del barrio, pero poco a poco se va sumando más gente. Un vecino abre su casa para que puedan tener electricidad. Otro presta su patio como almacén. Al poco tiempo una mujer baja café y un bizcocho. Un panadero va a traer una empanada.

La escena forma parte de una pequeña revolución, la del proyecto Oasis que desde su origen en Brasil se ha extendido ya a otros veinte países antes de llegar a Monte Alto. Con ellos ha aterrizado también una forma diferente de hacer ciudad: que sean los vecinos los que sueñen el barrio que quieren tener.

Esta filosofía basada en dar a los vecinos capacidad para intervenir en la ciudad está detrás de todos los proyectos del laboratorio ciudadano impulsado por el Ayuntamiento, el CoLab, cuyas conclusiones serán publicadas en las próximas semanas. Han sido meses de encuentros, de rutas por la ciudad, de charlas con vecinos. De escuchar. Se trata de "darle la palabra a la gente", subraya Jorge Hortas, uno de los responsables de la acción ParticipAgra. De este diálogo entre empresarios, ciudadanos y colectivos sociales tiene que nacer la Coruña del próximo medio siglo, asegura. "Hay que darle la palabra a la ciudadanía para hacer una ciudad para todos", continúa Hortas.

Hasta la fecha el laboratorio ciudadano se ha centrado fundamentalmente en la parte diagnóstica, en intentar entender los problemas a los que se enfrentan a diario los ciudadanos. Pero inherentemente han ido surgiendo pequeña iniciativas con las que ensayar el cambio. Como transformar una escalinata abandonada de Monte Alto en una expresión del potencial artístico del barrio.

Urbanismo, la gran batalla

De los seis proyectos que conforman el laboratorio ciudadano, tres de ellos están vinculados directamente al urbanismo. Lo ocurrido en el ofimático está muy presente en la conciencia de la ciudad. "El conflicto del ofimático podría volver a repetirse", asegura Iago Carro, uno de los arquitectos involucrados en el proyecto Urbanismo nos talóns que detectó casi 1.200 viviendas afectadas por la presión urbanística en la ciudad. Un problema a menudo relatado como algo individual que en realidad esconde un conflicto colectivo. "El objetivo -explica Carro- es generar un marco de trabajo conjunto: que un vecino de O Portiño se dé cuenta que es igual que un vecino de O Martinete". A partir de ahí, del intercambio de experiencias, la ciudadanía podrá desarrollar una respuesta más efectiva contra el urbanismo agresivo. E incluso forzar una reforma del Plan General Ordenación Municipal.

Otro de los cambios de los barrios soñados es la creación de espacios públicos de calidad. Pero en una urbe tan congestionada como A Coruña esto supone una batalla contra el coche: hace falta recuperar las calles para los ciudadanos. En barrios como el Agra, uno de los de mayor densidad de población de la urbe, apenas hay otra salida que liberar plazas de aparcamiento para ampliar las aceras y convertirlas en pequeños espacios de reunión a los vecinos.

Pero esto no basta: hace falta recuperar la vitalidad del barrio. ¿Cómo? Utilizando los entornos "vacíos", responde Hortas. Locales comerciales, solares sin uso... espacios a los que darle una nueva utilidad que impulse la actividad de la zona.

Al otro lado de la ciudad, en Monte Alto, los sueños de los vecinos tienen más que ver con lo que no se ve. Con la humanización del entorno. "En los encuentros con los vecinos se detectaron dos necesidades: una transformación más física, del estado de la escalinata, y otra dirigida a revivir el aspecto comunitario", señala Noelia López. Lo segundo también lo lograron. Con una comida, que es como se han arreglado siempre las cosas.

El número de personas mayores va a multiplicarse en la próxima década y A Coruña debe prepararse para ello. Combatir el prejuicio del edadismo y ofrecer la oportunidad a este colectivo de participar en la construcción del futuro de la ciudad. Incorporarlos es la mejor herramienta para combatir la soledad, una de las grandes dolencias del siglo. "El problema de la soledad es mucho más grande de lo que creíamos y más intenso de lo que pensábamos", apunta Diego Parajó, coordinador de la iniciativa Soidade.

Más allá de urbanismo, el CoLab ha detectado también las necesidades de lo intangible, como extender las luchas laborales a lo colectivo, mejorar los modelos de participación ciudadana en las asambleas y organizaciones o transformar la forma en la que consumimos: apostar por lo cercano es un valor que más allá de lo económico. Es el valor de soñar una nueva forma de entender A Coruña.