En toda una década la situación para las mujeres del sector de mecanizados apenas ha mejorado. No están al frente de empresas, tampoco en el sector formativo y mucho menos como estudiantes. En las clases, de una veintena de alumnos, las mujeres no superan el 10%. Un círculo vicioso que no hace más que cerrar una salida laboral a las mujeres.

"A un hombre no le preguntan por qué estudia para ser tornero, pero a una mujer sí", se lamenta Alba Sánchez. Es aquí, en la educación, donde nace la brecha laboral: haciendo creer a las mujeres que ellas no pueden tener un hueco en el sector.

"Cada vez que voy a dar clase tengo que explicar que estudié lo mismo que mis compañeros. De primeras, los alumnos no piensan que pueda enseñarles algo técnico, algo en lo que haya que mancharse las manos", bromea esta joven coruñesa que lleva tres años recorriendo Galicia como profesora interina de Formación Profesional en Mecanizado. Una vez que toma las máquinas en sus manos, "esta barrera se rompe". Lo que hace falta es que este muro desaparezca antes de que las jóvenes descarten la posibilidad de estudiar estos ciclos, pero también que lo haga para las pocas que están dentro del sector. En el sector privado es frecuente "que no te contraten siendo mujer", denuncia Sánchez. Muchas compañías no cuentan con infraestructuras, como vestuarios para mujeres, por lo que prefieren emplear a hombres y evitar así cualquier inversión.

El reto es normalizar la presencia de mujeres en la profesión. Permitir que ellas también "sean mediocres". Hasta ahora, las que se atreven a tomar el camino de los Mecanizados tienen que sobresalir, demostrar que pueden hacer un trabajo mejor que el de los hombres. Pero esto no debería ser así, continúa Sánchez, "las mujeres también tenemos derecho a ser mediocres en una profesión como esta". Solo cuando esto ocurra podremos estar seguros de que la barrera de género ha sido derrotada.