Sí; sucede en todos los órdenes de la vida, pero en la música todavía resulta más notorio. Una suerte de papanatismo hace que muchos españoles valoren lo de fuera y desvaloricen lo de casa. Es verdad que hay ejemplos históricos en otras latitudes. Por ejemplo, de Jesús decían con menosprecio: "¿Acaso no es éste el hijo del carpintero?" Y Mahoma se quejó con amargura: "Nadie es profeta en su tierra". Pero los españoles somos especialmente dados a desdeñar lo nuestro y a exaltar lo ajeno. Viene esto a propósito del concierto que interpretó el Cuarteto Ornati con la colaboración de la violista Marta Pérez. En la primera parte pudimos escuchar un Quinteto con dos violas de un compositor español, Palomino, coetáneo de Mozart y Haydn, y que, sin llegar a las eminencias de estos dos genios, compuso obras tan notables como este primero de los seis quintetos con dos violas que ha llegado -no sin ciertas dificultades- hasta nosotros. Estructuras sólidas (forma sonata, movimiento tripartito y rondó), inspiración estimable, modulaciones interesantes, juegos dinámicos? El público aplaudió la obra y también la más que aceptable versión. Es posible que la sustitución de la segunda viola (estaba previsto el concurso de José R. Alvarado) no haya favorecido el perfecto acoplamiento de los cinco integrantes de la agrupación. Ello se hizo especialmente sensible en la obra de Brahms, cuya evidente dificultad no permite ni el menor desequilibrio ni el más mínimo error. El público agradeció con calor el esforzado trabajo de los integrantes del quinteto, y fue obsequiado con un bis, que fue más bien una ampliación de programa, dada la envergadura de la pieza: una transcripción de la Milonga del ángel, de Astor Piazzolla.