- Ángeles Alvariño fue una mujer, como se suele decir, adelantada a su tiempo.

-Sí y no. Ella empezó a florecer en los años treinta, que aquí hubo un germen de libertad, de darle espacio a las mujeres. Ella se educó en Madrid, con otras mujeres que también iban a la Universidad. Después vino la represión, pero ella siguió luchando y siendo reconocida a su nivel porque todavía estaba estudiando, haciendo su especialización. Cuando se fue a Inglaterra tuvo un pequeño auge porque fue donde empezó a especializarse en Oceanografía. Cuando fue a Estados Unidos con una beca Fullbright, que se la hicieron para ella porque estaban muy interesados en su personalidad, en las ideas que ella tenía, fue donde empezó a florecer. Le dieron todos los medios que aquí no había y descubrió 22 especies de animalitos casi microscópicos del mar, que son indicadores de corrientes. Allí publicó muchísimo, viajó, dio clases en otros sitios y, al final de sus días, ella volvió a su ADN, a leer y releer escritos sobre las expediciones de los españoles a ultramar [de los siglos, XVI, XVII y XVIII], y se maravillaba con las magníficas anotaciones y diseños [porque llevaban científicos y artistas a bordo] que ellos creaban para trasladar la información al continente, a España. Y eso la hizo sentirse aún más española y aún más mujer y ahí ya tuvo algunos tropiezos. Hay racismo y hay sexismo, yo digo que está latente. Ella luchó mucho contra eso. Cuando ya estaba muy enferma y ya se nos iba, decía: "No tengo bastante tiempo, necesito más para seguir trabajando".

- ¿Cómo nació su pasión por la oceanografía y por la naturaleza?

-Ella quería ser médica, pero su padre, que era médico, no la dejó, le dijo que era una profesión muy cruel porque hay que ver morir a los enfermos y no se lo permitió. Entonces, mi madre buscó un campo parecido a la Medicina, y se decantó por las Ciencias Naturales. Estuvo en Madrid, sus estudios se fracturaron durante la Guerra Civil y conoció a mi padre. Él era marino, oficial de la Armada. Le gustaba mucho el mar, era un gran atleta y le gustaban los idiomas, entonces, con él, iba por los campos y por las playas y ella empezó a tener una gran afinidad con el mar y con el océano. Yo creo que eso la influenció bastante, además, mi padre la apoyó toda su vida. Ella no había acabado la carrera y mi padre le ofreció que se casaran y que terminase los estudios ya casada.

- Algo que, por aquel entonces, no era muy corriente, ¿no?

-No, claro. Después, cuando vinieron las oportunidades que ella tuvo de ir a Inglaterra y a Estados Unidos, mi padre la apoyó. Cuando ella se fue a Inglaterra, mi padre se quedó cuidándome a mí, que tenía diez u once años. Cuando se fue a Estados Unidos decidieron que yo fuese con ella para aprender inglés. Ella nació en Ferrol, con el mar al lado, su marido era marino... Todo eso le influyó y le interesó y fue así como se encauzó por este campo.

- Escuchándola hablar de sus padres, supongo que su infancia fue apasionante, ¿su madre la hacía partícipe de su actividad?

-Sí... Yo tuve la suerte de participar en muchas de las polémicas de mi madre, de sus esfuerzos por pensar cuál sería la solución de los indicadores que ella veía, pero no tenía todavía claros, de las luchas que ella tuvo por ser reconocida, por mantener su individualismo como científica, porque, muchas veces, sus compañeros querían firmar los trabajos con ella, aunque fuesen solo de ella, y ella les decía que no, que eran suyos y que solo llevarían su firma. Si querían aparecer, ella estaba abierta a colaborar si ellos desarrollaban un proyecto, pero tenían que hacer algo. Eso ya era otra cosa. Ahí sí que tuvo conflictos, porque los hombres no entendían por qué ella no se doblegaba para darles espacio. Todo eso lo viví con ella, como las aventuras en Estados Unidos, por ejemplo, cuando le ofrecieron trabajo pero, para cogerlo, tenía que ser residente y no podía serlo porque el cupo para españoles era muy bajo, unos treinta al año y tenía que esperar unos 35 años para tener la residencia. Entonces, el laboratorio en el que ella estaba se las arregló para que, en un acto del Congreso de los Estados Unidos, le dieran la residencia. En 1960 hubo un acto de los congresistas en el que nos dieron la residencia, a ella y a su familia.

- Haciendo un ejercicio de imaginación, ¿cómo sería su madre con internet y con las herramientas que hay actualmente para la investigación científica?

-Ella daba para todo, diseñaba ropa, cosía, hacía calceta... Mi padre se reía porque decía que era la única persona que era capaz de leer un libro, hacer calceta y escuchar música por la radio al mismo tiempo. Era múltiple en sus trabajos.