"Somos un mercado escondido". No se puede negar la evidencia. El de Os Mallos, el mercado municipal de Ramón Cabanillas, apenas se visualiza desde la vía pública: uno de sus accesos es por la calle del mismo nombre; el otro, por un callejón sin salida al que se entra por la avenida de Arteixo; no hay letreros ni carteles grandes que se vean a distancia para señalizar esta pequeña plaza de abastos con una docena de puestos inaugurada hace 43 años que llegó a tener más de medio centenar de negocios en dos plantas y un local anexo que hoy guarda maquinaria vieja. Por eso los placeros y placeras de Os Mallos demandan recursos básicos. "Una máquina de hielo, aros para sujetar las correas de los perros de los clientes y letreros grandes o luminosos para que tengamos visibilidad o algo de publicidad. Son cosas muy elementales que parece que el Ayuntamiento nos va a proporcionar", resume Mari Luz Penas, pescantina desde 1982, una de las dos veteranas del mercado, junto a Yolanda, una de las carniceras.

Más ambicioso es David Santos, el conserje de la plaza de abastos, que antes repitió cargo en

San Agustín y Monte Alto: "Este sitio hay que dotarlo de más capacidad, añadir feria ambulante, aprovechando que se pretende peatonalizar la calle Ramón Cabanillas. Creo que no se debe permitir menos de veinte puestos en un mercado, y al menos debería haber dos que vendan los mismos productos para que el cliente elija". Esta semana se organizó una cata de productos, "bastante tiempo después" de la última que se había realizado.

Pero el de Ramón Cabanillas no es un mercado muerto, ni mucho menos. Esta misma semana se han estrenado cinco nuevas placeras que, al cerrar las galerías comerciales de San Jaime en las que estaban instaladas, al otro lado de la avenida de Arteixo, se han desplazado a Os Mallos con sus negocios. Más oferta de carnes, pescados, congelados, frutas y verduras y charcutería, más clientes "arrastrados" por los nuevos inquilinos; ahora hay diez puestos abiertos y solo uno sin ocupar, de muy pocos metros cuadrados.

"A mí nunca me ha faltado clientela y he vendido bien. La mayoría de quienes se han marchado lo hicieron porque se jubilaron, a todos nos llega la hora, y por eso hubo etapas en las que el mercado se fue quedando vacío", recuerda Mari Luz Penas mientras limpia su puesto de pescados al final de la jornada.