La fiesta se prolongó para muchos más allá de las ocho de la mañana del domingo. A esa hora no eran pocos los jóvenes que regresaban por la zona centro hacia sus viviendas. Al ver el despliegue del maratón, cuya salida estaba prevista para las ocho y media de la mañana, no dudaron en acercarse a algunos de los organizadores, a quienes les pidieron que les dejasen participar. Entre los grupos había algunos que se creían con fuerzas para correr los 42 kilómetros. Para tratar de convencer a los organizadores, hubo quien dijo que su amigo no podía, pero que él sí, que lo dejasen acceder al punto de partida.