Parece poco acertada la elección del ámbito para desarrollar el segundo concierto del Festival coruñés de Música Contemporánea. Por, al menos, dos razones: una, la sala tiene dimensiones muy reducidas y mucha gente no pudo asistir al concierto; además, se produjo un error de información en la prensa y muchas personas acudieron pensando que la entrada era libre, cuando se necesitaba invitación; y, dos, la sala tiene un incesante zumbido que la hace inadecuada para celebrar conciertos en ella. Eso sí, el lugar es asombroso, con los espectadores rodeados de agua y peces como si estuviesen en el submarino del capitán Nemo. Estíbaliz Espinosa presentó algunas obras, y recitó y hasta cantó con gran talento. A su pregunta sobre qué música escucharía el singular marino que creó Verne, cabe recordar que Nemo, en la película de Richard Fleisher, Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), toca en el órgano la impresionante Toccata y Fuga en Re menor, BWV 565, de Bach. Precisamente, el genio alemán, abrió y cerró el concierto con El arte de la fuga. Le siguieron: el dificilísimo Cuarteto, opus 28, de Weber; el Cuarteto homenaje a Foster, del coruñés Manuel Balboa; y Tres haikus, de Jospe Guix. Ramón Otero presentó, en estreno absoluto, Hidrotopías, obra muy interesante, con alusiones a creadores gallegos y a Juan Sebastián Bach. La partitura Kalligraphie, de Hoskawa Toshio, fue la penúltima pieza del programa, antes de que Bach cerrase con sus geniales contrapuntos un notable concierto. Aunque el desarrollo del acto musical resultó bastante confuso, el público se mostró muy implicado y premió con calor la difícil tarea de los instrumentistas y el notable trabajo compositivo de Ramón Otero, otro músico coruñés en el que cabe poner nuestras esperanzas de un esplendoroso futuro cercano.