Turandot

Puccini

Parecía que las ovaciones y las aclamaciones de la noche triunfal de Puritanos tenían continuidad en Turandot. Pero las superaron. Y no era para menos. Porque los 1750 espectadores que abarrotaban el Palacio de la Ópera la noche del viernes presenciaron un espectáculo total. Como quería Wagner. Todo -cantantes, coro, orquesta, decorados, vestuario, movimiento escénico, luces-, absolutamente todo funcionó de un modo perfecto y al más alto nivel de calidad.

Extraordinaria, bellísima escenografía. Los cicloramas de bellos dibujos chinos con esas aguas, esos preciosos matices aterciopelados que produce la seda (si no era seda, ¡qué maravillosa imitación!); los paneles móviles con un funcionamiento discreto y preciso para cerrar o abrir la escena; los majestuosos decorados de alta calidad; un vestuario deslumbrante; y, aun con las limitaciones que presenta nuestro auditorio, un magnífico movimiento sobre las tablas. Los dos coros de la OSG, soberbios. Alguien decía que Turandot sólo debe ser abordada con coros profesionales de cien voces. Aquí, Joan Company hizo el milagro de cantarla con un coro de aficionados de setenta voces. Lo mismo cabe decir del Infantil que dirige José Luis Vázquez. Las aclamaciones que recibieron, de toda justicia. ¡Qué decir de la Orquesta! Esto parece una sucesión de ditirambos localistas; pero la verdad es que no se puede hacer mejor, con una sonoridad redonda, plena, en partitura de alta dificultad. Miguel Ángel Gómez Martínez mostró una vez más su talento para conducir una compleja representación al éxito final. Si hubo algún pequeño desajuste o titubeo, allí estaba él para encajar todo con rapidez y eficiencia.

El tenor Marcello Giordani encarnó un Calaf ideal debido a la perfección de su canto y a la belleza de su timbre, con ese punto de oscuridad y sin embargo ese brillo luminoso de noble metal que a veces me recordó a Del Mónaco en esta misma obra. Giordani es un lírico-spinto, pero posee ese bellísimo esmalte de los dramáticos estrictos; es además un formidable actor. Su Nessun dorma fue premiado de un modo excepcional. Lise Lindstrom, tras un comienzo poco halagüeño, gola fredda, con notas inseguras, metálicas y tremoladas en su célebre aria In questa reggia, se afianzó y redondeó una soberbia actuación. Es una dramática que tiende hacia lo lírico; por eso los graves a veces quedan un poco pálidos o falta algo de carácter en el centro; pero arriba, en esa tesitura infernal que les regaló Puccini a las dramáticas, estuvo impecable y muy brillante. Fue aclamada, sobre todo al final de la representación. También recibió un impresionante testimonio de aprecio por parte del público Cristina Gallardo-Dômas. Hizo una Liù magnífica, sobre todo en su aria Tu, che dei gel sei cinta, donde prodigó los pianísimos y la emisión delicada. Al contrario que la Lindstrom, ella es una lírica que propende a lo dramático y el de la dulce Liù es un papel de lírica estricta. Faria hizo un Timur soberbio en lo vocal y en lo escénico; es un bajo dotado de una voz de gran calidad que además emite muy bien. El barítono Guagliardo estuvo espléndido en Ping, incluida la añoranza bucólica de su casa en el Honan. Los tenores Pardo y Atxalandabaso completaron con acierto el trío de ministros. Feria y Carballido sostuvieron sus papeles con absoluta corrección.

Intérpretes: Lise Lindstrom (Turandot), Cristina Gallarado-Dômas (Liù), Marcello Giordani (Calaf), Luiz Ottavio Faria (Timur), Giovanni Guagliardo (Ping). Francisco José Pardo, Mikeldi Atxalandabaso, Alberto Feria, Pablo Carballido. Coro de la OSG y Coro de Niños de la OSG. Orquesta Sinfónica de Galicia

Música: Coro de la OSG y Coro de Niños de la OSG. Orquesta Sinfónica de Galicia

Escenografía: Chen Kaige

Producción: Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. LVII Festival de Amigos de la Ópera de La Coruña