Hace 35 años, en el ya lejano 1975, Franco agonizaba tras 40 años de dictadura y, a pesar de lo que quisieron hacer creer los popes de la Movida, el rock español producía no pocos discos más que destacables. Y por algún extraño fenómeno, en la ciudad de Sevilla se concentraron en esos tiempos tres de las mejores bandas de la historia de nuestra música popular; dos de ellas -Smash y The Storm- no gozaron de mucho reconocimiento, pero la tercera -Triana- disfrutó de un enorme éxito, y fue precisamente el año que el dictador dejó de existir cuando editaron su primer disco, El patio.

Curiosamente, la más internacional de las bandas de rock andaluzas nació en Madrid a mediados de 1973, del encuentro entre dos músicos sevillanos en el exilio capitalino: Eduardo Rodríguez Rodway, que provenía de Los Payos -grupo que aportó a las antologías de canción del verano el irritante hit María Isabel-, y Jesús de la Rosa Luque, que entre otras bandas, había militado en unos crepusculares Los Bravos. Contaba Rodway en un entrevista reciente que fue en esos días cuando se dio cuenta de la "iluminación" de De la Rosa, futuro motor de la máquina trianera por su voz, su carisma y, sobre todo, sus canciones. Ambos músicos formaron Tabaca, inspirados por el folk acústico estadounidense, cuyo fracaso empujó a sus fundadores a dar un giro a sus carreras e intentar unir el rock progresivo que imperaba en los 70, con un ojo en King Crimson y otro en Pink Floyd, con la música popular andaluza. Hubo experimentos anteriores con la misma base, como el éxito de Smash El garrotín, o el fallido disco Rock encouter, de Sabicas y Joe Beck, pero los logros de Triana no tienen precedentes directos.

Con el núcleo del grupo formado, ambos músicos contactan con el batería Juan José Palacios Tele, elegido, según Rodway, por ser un "batería artista". El percusionista se suma al proyecto junto a Manuel Molina, antiguo miembro de Smash, y posteriormente en Lole y Manuel, de cuyo breve paso por la banda solo quedó el tema Todo es de color, que grabaron tanto Triana como el dúo formado por Molina y su esposa. Con la banda definida, graban unas maquetas con temas compuestos por De La Rosa, y pese a la sorpresa de los propios miembros del grupo por la calidad de su grabación, varias compañías los rechazan. Ya en esas primigenias tomas se aprecia lo que luego convertirá a El patio en un hito de la música facturada en este país: largos desarrollos instrumentales progresivos - o "música avanzada", como se decía en la época-, la guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez Rodway, la contundencia percusiva de Tele Palacios, y las canciones, la voz y los sintetizadores de De La Rosa.

Al final, fue la compañía Fonomusic la que apostó por ellos, y entraron a grabar su primer elepé hace exactamente 35 años en los estudios Kirios de Madrid, bajo la batuta del productor Gonzalo Garciapelayo. El resultado de esas sesiones fue El patio, un trabajo de esos a los que ni les falta ni les sobra nada, una obra magna en lo plástico (el diseño corrió a cargo de Máximo Moreno), lo musical, y lo conceptual, porque en las letras de Jesús de la Rosa radicaba gran parte de la magia del trío sevillano junto a su estilo vocal, entre el jondo y el muecín. De la Rosa siempre insistió en que lo suyo era lírica popular, en la que fusionaba temáticas amorosas e imágenes oníricas de fuerte sabor andaluz con claras referencias a la poesía de Federico García Lorca. Fue la influencia del poeta granadino la que empujó al cantante a adoptar la idea de llegar a la vanguardia a través de la tradición, aunque no fue, ni mucho menos, su única referencia.

Como se puede comprobar en su debut -y más en su segundo álbum, Hijos del agobio, su trabajo más comprometido socialmente -las letras del vocalista distaban en muchos casos de ser políticamente tibias, y sólo con rascar un poco en su superficie se atisba una continua exaltación de la libertad, tanto individual como colectiva . Es significativo que en una ocasión se le preguntara a De la Rosa por sus creencias políticas, y éste respondiera lacónicamente que su ideología era el pueblo.

Como ejemplo de esta voluntad libertaria destacan dos temas de El patio, Sé de un lugar y, sobre todo, Abre la puerta, una majestuosa pieza de casi 10 minutos de duración que sintetiza todos los elementos que condujeron al trío a la inmortalidad. Se trata de un ritmo de bulería en el que, tras un desarrollo inicial marcado por el piano de De La Rosa y unos toques flamencos de Rodway, el vocalista canta en primera persona una clara referencia a la agonía de la dictadura y a la esperanza sobre la nueva etapa que se abría para el país, con una lírica sencilla y majestuosa construida sobre imágenes amorosas. Pero más majestuoso aún es el imponente desarrollo instrumental que parte en dos la canción; tras los sintetizadores del cantante surge una guitarra flamenca, que da pie a unas ambientales figuras de guitarra eléctrica. Acto seguido emergen unas palmas sintetizadas y Tele, que marca un ritmo de bulería que parece surgir del centro de la tierra, da pie a una tormenta eléctrica a cargo del guitarrista de sesión Antonio Pérez. En menos de 10 minutos, Triana había conseguido fusionar tradición y modernidad, música andaluza de inspiración flamenca y rock progresivo, psicodelia y poesía lorquiana, y que todo sonara fluido, natural y auténtico.

El otro puntal sobre el que se asienta El patio es En el lago, que tiene además el mérito de ser una de las primeras canciones de la reprimida España de la época que tratan de una manera clara una experiencia psicotrópica; el mismo De la Rosa confirmó que su inspiración para el tema fue un viaje de LSD. El vocalista construye la letra a través de una sucesión de escenas oníricas, sujetas con una especial presencia de órgano Hammond y desarrollos de guitarra de inspiración santanera. La pieza finaliza con un reprise brutal, con el tempo desbocado y una sucesión de riffs de guitarra de una rocosidad digna de Black Sabbath. El disco tiene otros muchos aciertos -la desnuda Todo es de color, o Recuerdo de una noche-, pero lo que destaca es el conjunto, luminoso a la vez que melancólico, y que irradia una intensidad emocional casi dolorosa.

El patio se editó en ese mismo 1975, y no fue un éxito inmediato. Para ver a Triana triunfar a lo bestia habría que esperar a Sombra y luz, tercer álbum de su discografía y su última obra maestra, del que despacharon casi medio millón de copias. Pero la semilla estaba ya plantada, y su influencia se puede rastrear a través de los años: por ejemplo, es curioso el caso de retroalimentación artística que se dio entre el grupo y Camarón; De La Rosa siempre aseguró que fue el de La Isla el que le convenció de que se podía cantar rock en castellano -el trianero fue expulsado de Los Bravos por su incapacidad para ocultar su acento materno-, y es evidente la influencia de los planteamientos avanzados de Triana en La leyenda del tiempo, el trabajo con el que Camarón y el productor Ricardo Pachón lanzaron el flamenco a la estratosfera. Para aportar más datos a tan osada insinuación, decir que Manolo Rosa, "cuarto miembro" de Triana y posteriormente en Alameda, fue el bajista del rompedor trabajo del cantaor gaditano.

Pero la influencia del debut del trío sevillano no se quedó en la fusión entre rock y flamenco; los Triana más arriesgados y psicodélicos han inspirado a grupos de escenas como la stoner o la hardcore: Viaje a 800, Rip KC y Standstill son buenos ejemplos.