Dice que ya no duerme en un banco de madera del madrileño Paseo del Prado, aunque admite que lo hizo durante una temporada, en verano, "porque hacía menos frío y me dio la gana", y que ahora todas las noches se acuesta en la cama de una habitación "que tengo para mí solo" en un "hogar en el que me han acogido".

Pero este Gonzalo Torrente Malvido se siente olvidado, maltratado, y más ninguneado que nunca, justo en el año en el que se celebran los fastos del centenario del nacimiento de su padre, Gonzalo Torrrente Ballester. Y eso sí que (se nota) le duele.

-¿De quién es la culpa , don Gonzalo? ¿Cómo es posible que haya llegado usted a esta, perdóneme que le diga, lamentable situación?

-No lo sé, pero usted ya sabe como son las cosas ¿no? Digamos que el cincuenta por ciento de la culpa es mía y, el otro cincuenta, de las circunstancias. ¡Yo qué sé! Pero que le conste que todo esto yo lo estoy haciendo voluntariamente ¿eh? Además, esta situación es transitoria y, bueno, la culpa es mía, esa es la verdad, tengo que serle sincero, la culpa es mía.

-Y encima verse así precisamente en el año que se conmemora el centenario del nacimiento de su padre.

-¡Es verdad, eso sí que es verdad! Porque yo soy quien más sabe de mi padre, yo escribí su mejor biografía (Torrente Ballester. Mi padre o La saga fuga de GTB) y en cambio ahora de mí resulta que ya no se acuerda nadie, me han dejado totalmente de lado.

-¿Cuánto tiempo lleva de transeúnte sin techo?

-Mire, ahora mismo ya no duermo en la calle. Lo hice, sí, pero bueno, como han hecho muchos ¿no? Walt Whitman?¡Hasta Shakespeare durmió en la calle durante un tiempo!

-Entonces ¿dónde vive ahora?

-En una habitación.

-¿En una pensión?

-No, no. En un hogar donde me han dejado un rincón para mí.

-¿Se refiere a un hogar de acogida de transeúntes?

-Ponga que en un hogar donde me han acogido, eso es todo.

-Le dolerá que no se hayan acordado de usted, pero tengo que decirle una cosa. En varias ocasiones he intentado contactar con usted y me ha resultado imposible. Las editoriales en las que ha publicado me han dicho que no tienen ni idea de cómo contactar con usted, en la Fundación que lleva el nombre de su padre tampoco saben nada de sus paraderos?

-¡Es que no lo quieren decir, hombre! Yo tengo una dirección de internet de mi hija y si hubieses hablado con alguno de mis hermanos seguro que hubieran sabido cómo podrías haberte puesto en contacto conmigo.

-También lo he intentado.

-Pues mis hermanos saben siempre dónde estoy y si no te lo han dicho ha sido porque no han querido.

-¡Ni que se hubiese confabulado todo el mundo contra usted!

-No, no, digamos que es una falta de regularidad por mi parte. De que estoy hasta el carallo de las cosas?A mí me iban a llevar a unos actos del centenario en Ferrol, pero luego todo quedó en nada.

-¡Pues no será porque la Fundación no ha organizado actos este año! ¿Qué pasa? ¿Qué ha hecho usted para merecer esto?

-Pasa que nadie se interesa, probablemente porque ahí hay otras personas que pretenden llevarse la palma de los méritos. Y además ¿quiere que le diga una cosa?

-Las que usted quiera.

-Pues mire, le diré que cuando yo publiqué mi libro Doce cuentos ejemplares, mi padre me cotejó con el mismísimo Cervantes. Y no lo digo yo, ahí está el prólogo para quien quiera leerlo. Esto lo que quiere decir es que mi padre sentía por mí una gran estima que, hoy por hoy, parece ser que la gente no quiere reconocer.

-Cuando dice "otras personas" ¿se refiere a sus hermanos y hermanastros?

-No, yo no estoy enemistado con mis hermanos. Son otro tipo de historias. El asunto es que yo tengo catorce libros editados, todos agotados, y cuando yo pensaba que este año iban a reeditar algunos de ellos, resulta que nada de nada.

-Ni siquiera la biografía de su padre.

-Ni siquiera ese, fíjese. Y eso que habían dicho que iban a hacer una edición en castellano y otra en gallego.

-¿Y por qué no las hicieron?

-Por algo será, yo no sé. Lo que sí sé es que yo tendría todos los derechos sobre esas ediciones. Y estoy casi seguro de que, no te digo cien mil, pero veinte mil ejemplares fijo que se habrían vendido.

-¿Por qué le resulta usted tan incómodo a los editores?

-No lo sé, eso no es culpa mía. Yo no hablo mal de nadie.

-Pero me tendrá que reconocer que usted siempre ha ido como muy a su aire ¿no?

-Sí, personalmente quizás sí, pero en la vida literaria no creo que tengan nada que reprocharme. Siempre llevé una vida propia y muy personal. Una cosa es hacer lo que crees y otra trabajar en tu trabajo, y doy fe de que yo sí he trabajado en el mío.

-¿Será que es usted víctima de algo que en esta sociedad no se perdona: el tomarse la libertad por la mano?

-No me preocupa. Después de lo de ayer (se refiere a la huelga general) yo paso de todo. Paso de estos y paso de los que vendrán. Tengo muy claro que de ésta nos vamos a la mierda todos. Eso, fijo. Esto sólo tendrá arreglo si estalla otra vez una gran guerra, la Tercera Mundial. Yo ya no la veré, pero ustedes sí.

-¿Tan mal ve el panorama?

-Totalmente: yo tengo experiencia y vivo en la realidad.

-Y todo lo que le pasa ahora ¿tendrá ver con que, aunque ustedes se llevasen muy bien, a la larga la sombra de su padre se hizo demasiado alargada para usted? ¿Acaso el talento de su padre fue el mayor enemigo de su propio talento?

-No, en absoluto. De este asunto hablamos él y yo muchas veces, y no tiene nada que ver. Yo apreciaba mucho a mi padre y él a mí.

-Ya, pero me refiero a su carrera de escritor.

-No, tampoco me perjudicó. Tengo que reconocer que yo empecé a escribir en los periódicos e incluso a editar gracias a él, a mi padre.

-No me refiero tanto a que entre ustedes hubiese problemas, sino a que en el entorno ocurriese algo extraño?Pero si uno se llama Gonzalo y se apellida Torrente?

-Alguna vez pensé en esa especie de ecuación que usted me plantea, pero no, no creo que tenga nada que ver.

-Me dice usted que ya duerme en una habitación, pero no me niega que ha dormido muchos días en bancos de madera, a la intemperie de la noche?

-Eso es anecdótico, eso fue publicitario.

-Ya, pero cuando uno se pasa una noche tumbado en un banco le da mucho tiempo para pensar, ¿no?

-La verdad es que no. Tampoco es tan duro, no crea. Yo lo hice cuando aún no había llegado el tiempo más frío. Pero, bueno, una cosa sí es cierta y es que he aprendido algo fundamental: que la dureza de la madera de un banco de la calle es menor que la dureza de la vida. La de vivir en la calle ha sido una experiencia más de las tantas que yo he tenido en la vida. Y he tenido muchas.

-¿Y de la gente con la que se encontró esas noches? ¿De los sin techo que sí están obligados a vivir y dormir en la calle? ¿Aprendió algo?

-No, no, ¡qué va! ¿Qué va a aprender uno de semejante cosa? Toda esa gente está tocada, sobre todo tocada por el vino. Son una pandilla de bebedores de vino en cartones, por lo menos aquí en Madrid, no sé si ocurre lo mismo en Galicia. Es gente muy pasada, muy bronca, a veces peligrosa, con la que no he intimado para nada. En este asunto, yo he ido de independiente, no he tenido razones para acercarme a los pozos de la mierda que hay en Madrid. Yo he ido a los pozos más limpios.

-Pero insisto en que algo más habrá aprendido ¿no?

-No, ya le dije que no. Lo único que se aprende es que la miseria, efectivamente, existe.

-¿Usted cómo se siente? ¿Incomprendido, desafortunado, fracasado??

-Yo me siento un imbécil; esa es la palabra que mejor me define. O un tonto, si quieres, ese soy yo.

-¿Por qué?

-Porque no he sabido aprovechar las ocasiones que se me han brindado en mi vida y porque he sido tal vez demasiado personal al trabajar y al escribir.

-Lo que usted está haciendo ¿tiene algo que ver quizás con lo que se conoce como bohemia literaria?

-No. La bohemia literaria es una definición falsa que aporta muy poco. Esos que pasaron a la historia como bohemios, los Baudelaire y demás?esos no eran bohemios, eran simplemente maravillosos escritores que bebían y se drogaban. Pero llamarle a eso bohemia es una solemne tontería. La bohemia literaria es una bobada porque escribir es en realidad un asunto muy cordial, muy íntimo, que requiere un empleo total de la cabeza. Bohemia consiste en no comportarse según normas que no tienen nada que ver con el arte, sino con la vida normal. No hay artistas bohemios, todos los artistas son bohemios, extranseúntes de su propia vida.